martes, 6 de julio de 2010

Padres de adolescentes desbordados piden que el Estado se encargue de sus hijos

Nota Publicada en Diario Perfil



Sección: El observador








Padres de adolescentes desbordados


Piden al Estado que se encargue de sus hijos


Neuropsiquiátricos, hogares de contención, juzgados y hasta comisarías cada vez reciben más familias con vínculos disfuncionales que se acercan a estas instituciones públicas para delegar en ellas la crianza de “jóvenes difíciles”. Los adultos aseguran sentirse superados por los problemas de conducta, la ausencia de límites y los cuestionamientos constantes. Los chicos se quejan de la falta de atención y el poco diálogo. Según los especialistas, estos conflictos, que afectan a los sectores medios, se profundizaron en los últimos diez años. Una compleja realidad, reflejada en seis historias de vida.
Por Gabriela Vulcano






Domingo 30 de Septiembre de 2007 Año II Nº 0198 Buenos Aires, Argentina







“Hay una cuestión un poco narcisista. Hay una renuncia al vínculo con los chicos y luego se encuentran con un adolescente rebelde al que no conocen”, señala Miriam Fassoni, psicóloga y coordinadora del equipo profesional del Centro de Atención Transitoria (CAT), dependiente del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Sin embargo, Frías manifiesta que si bien los padres deben hacerse cargo de sus hijos, fortaleciendo el vínculo familiar, hay veces en las que no pueden. Y señala: “Hay papás que son excelentes padres en determinadas edades de sus hijos y en otras no. Se juegan muchas cosas en la adolescencia entre los padres y los hijos. Por eso hay papás que pueden ser maravillosos padres de chicos pequeños y les cuesta muchísimo ser papás continentes o que pongan límites o amorosos de chicos adolescentes”.
Al mismo tiempo, durante la adolescencia es cuando los más jóvenes empiezan a confrontar a sus padres con sus propios modelos de referencia. “Empiezan a darse cuenta de que el discurso del adulto que lo ha cuidado le ha dado las reglas de comportamiento y lo ha ingresado al mundo de la sociedad, miente en algunas cosas y además lo pescan in fraganti en muchos renuncios. Y para los padres es difícil. ¡Hay que bancarse estar viviendo con alguien que te cuestiona todos los días!”, explica Frías.
“No le puedo poner límites”, “No me hace caso”, “Llega a la hora que quiere”, “No la soporto más”, “No sé qué hacer con él”, se quejan algunos padres de sus hijos adolescentes frente a diferentes instituciones del Estado, y les reclaman: “Háganse cargo ustedes, por favor, porque yo no puedo más”.
Cada vez es menos extraño escuchar este tipo de historias en los pasillos de los organismos públicos. “Si bien esta problemática no es nueva, se profundizó en los últimos diez años. Y creo que esto responde a que hay una mayor situación de frivolización y trivialización en el modo de vivir. Es decir, por un lado, muchos chicos no tienen un objetivo de vida y, por otro, están metidos en familias que no tienen otro proyecto a desarrollar que logros económicos”, apunta Carmen Frías, trabajadora social y titular de la Dirección General de Niñez y Adolescencia porteña.
“Esos son valores de los 90. Y los adolescentes que en estos momentos no son ‘bancados’ por sus padres nacieron en los 90 y tienen padres de los 90”, explica Frías.


Sáquenmelo de encima. “Problemas de conducta” es la principal razón por la que muchos padres se acercan a dejar a sus hijos en neuro-psiquiátricos, hogares convivenciales, centros de atención transitoria,Tribunales y hasta comisarías. Para la psicóloga y fundadora de la Escuela para padres Eva Rotenberg, muchas veces se confunde la rebeldía adolescente con problemas psiquiátricos y en esos casos la internación en alguno de estos establecimientos puede ser contraproducente.
“Hay chicos que no se sienten armados internamente. Sienten que no se saben defender en la vida, que no pueden seguir estudiando o trabajando, se sienten con baja autoestima y entonces les agarra una gran furia contra los padres. Los acusan a ellos de que se sienten incompletos, dice Rotenberg con voz suave.
“Los padres, en vez de tranquilizar a los hijos y dialogar, se asustan, empiezan a verlos como locos y los internan. Así se empieza a generar una interdependencia patógena entre padres e hijos. El chico termina sintiendo que no sólo sus padres no lo escuchan sino que además lo internan. Se suma más incomprensión”, agrega la psicóloga.
En general, los padres que llegan a esta situación extrema son profesionales, pertenecientes a los sectores medios, que priorizan el trabajo antes que la relación con sus hijos, y en varios casos se sienten sin los “recursos internos” necesarios para seguir ejerciendo la paternidad. Otros, viven una eterna adolescencia o tienen problemas para ubicarse como padres. Prefieren ser pares y no padres de sus hijos.


Rol del Estado.



La mayoría de las políticas públicas destinadas a los niños y adolescentes están enfocadas en las problemáticas de los sectores más humildes. Para Frías, el Estado no puede desentenderse del conflicto entre padres e hijos de clase media por el solo hecho de no pertenecer a la clase social más desfavorecida.
En oposición a esto, el presidente de la Asociación de Psiquiatría Argentina, Néstor Marchant, opina: “Hay padres que están cansados porque se la pasan discutiendo con sus hijos y quieren sacárselos de encima. Un hospital psiquiátrico no se puede hacer cargo de estos casos, son ellos los que se deben ocupar”.
En lo que sí coinciden todos los especialistas consultados es que en el mismo instante en que la relación se empieza a tornar violenta entre padres e hijos, ya sea física o psicológicamente, es mejor descomprimir. Sobre todo, porque en ciertas ocasiones hay hijos que pasan de los insultos y gritos a la agresión física hacia sus progenitores o viceversa.
Es por eso que instituciones como el CAT o la Dirección General de Niñez y Adolescencia porteña prefieren alojar a los menores de modo transitorio para poder salvar el vínculo.
Poner límites, fortalecer la comunicación y estar atentos a los problemas que se presentan en la adolescencia de los hijos. Rotenberg detalla: “Si uno no sabe cómo vincularse con su hijo, lo puede aprender. No se trata de algo que si no se armó en los primeros años de vida está irremediablemente perdido”. Y refuerza esta idea de modo tajante: “Así como los vínculos se enferman, se curan”.

1 comentario:

Angelica Molina barrera dijo...

me gusta el tema y bueno, pienso que ademas de lograr encontarr el punto de enlace, o de comunicacion en todos los sentidos, tambien debemos como adultos padres reencontar, nuestro propio ser, ya que una existencia vacia, aun con todos los mecanismos metodologicos actuales no va a funcionar si el yo interno esta desfasado de si mismo. (angelica Molina barrera)