viernes, 10 de agosto de 2007

Nota en La Nación sobre "El temor a estar lejos de casa"

http://www.ppba.org.ar/articulos/nacion/nacion10.htm

DOMINGO 16 de mayo de 2004
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Dossier de mayo para coleccionar / Los hijos y los miedos / Tercera entrega


El temor a estar lejos de casa


En la actualidad, los especialistas lo llaman trastorno de ansiedad por separación. Es el miedo excesivo que sufren algunos chicos cuando se alejan de sus padres o de los familiares con los que están más ligados. No querer ir al colegio o sufrir al quedarse en casas ajenas son dos de las situaciones típicas. Cómo ayudarlos a superarlo






En un grupo de la Escuela para Padres que dirige la psicoanalista Eva Rotenberg, una vez alguien dijo que siempre había querido que sus hijos fueran independientes y que no les costara separarse de sus padres. Por eso, agregó, les había dado el pecho sólo 15 días. Y que había intentado no estar demasiado tiempo con ellos por miedo a generar apego.
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Años más tarde, cuando sus hijos empezaron a ir al jardín y a interactuar con otros chicos de su edad, algo quedó demostrado: la fórmula no había funcionado como ella esperaba. En lugar de niños independientes y seguros, tenía hijos que vivían colgados de sus piernas, lloraban en el jardín de infantes cuando sus compañeros ya se habían adaptado y reclamaban la presencia de alguno de sus padres en los cumpleaños, mientras que los demás chicos se quedaban solos.
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"El desapego es todo lo contrario de lo que necesita un niño: genera dependencia y, luego, angustia de separación. Para que una persona se sienta bien cuando sea adulta, debe haber pasado por la etapa de simbiosis, que es normal y ocurre en los primeros meses de vida", explica Rotenberg.
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La angustia de separarse y el miedo de perder una fuente de seguridad (que puede estar encarnada por los padres o por otros seres queridos) es un sentimiento común de los seres humanos. Pero los niños lo expresan abiertamente y sin pudor.
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Si hay que atenerse al diccionario, el trastorno de ansiedad por separación es la preocupación o el temor excesivos de ser separados de familiares o personas con las cuales el niño está ligado afectivamente.
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Martín, de ocho años, no quiere ir al colegio ni quedarse a jugar en la casa de sus amiguitos. Se abraza a su mamá y le dice que tiene miedo de no volver a verla o de que "a vos te pase algo malo mientras yo no estoy".
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Según los especialistas, todos los niños y adolescentes experimentan algún grado de ansiedad. Es una parte normal del crecimiento. Sin embargo, cuando la preocupación y los temores ante la separación del hogar o de la familia no son apropiados para la edad, puede tratarse de un trastorno de ansiedad de separación.
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El diagnóstico
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Mailén, de dos años, es traviesa y le encanta investigar todo. Pero cuando siente que su mamá está lejos, es mejor taparse los oídos. Este año, Mailén empezó a ir al jardín maternal, pero su mamá la tuvo que acompañar los dos primeros meses de clases y sólo entonces comenzó a cumplir el horario completo de tres horas; hasta ese momento, era todo llanto y angustia.
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Desde bebita, Mailén se acostumbró a dormir sola porque sus padres pensaban que de otro modo se iba a acostumbrar mal. Eso le costaba, todas las noches, horas de llanto. Además, tomó la teta apenas hasta el tercer mes, por decisión de su mamá, y estuvo a upa con cuentagotas porque sus padres creían que tenerla en brazos perjudicaría su independencia futura.
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"Una de las fantasías más comunes de los padres es el temor a convertirse en eternos esclavos de los hijos. Sin embargo, el ser tenido en brazos es una necesidad tan importante para los bebes como sus requerimientos fisiológicos", señala la psicóloga Cora Rosenzvit.
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"En los primeros meses de vida -continúa la especialista-, levantarlos, hablarles y acariciarlos es una de las maneras más importantes que tienen los padres de demostrar amor por su hijito. La presencia constante de los adultos, intensiva al principio, va a crear en el niño la confianza básica de que no está solo, librado a fuerzas desconocidas, y de que sus necesidades van a ser satisfechas en algún momento. Si esta confianza básica no se logra establecer, cada ausencia o frustración va a ser vivida con intensa angustia y sensación de abandono."
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El afecto
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Se estima que un 4 por ciento de los niños pequeños sufre el trastorno de ansiedad por separación, mientras que la cifra para adolescentes es algo menor. Los hijos de padres que padecen el mismo problema son más propensos a sufrirlo.
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Según un informe del Martin Memorial Health Systems, para el diagnóstico de trastorno de ansiedad por separación, los síntomas de temor (ante la lejanía de algún miembro de la familia) deben durar por lo menos cuatro semanas.
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Diversos estudios indican que el trastorno afecta por igual a varones y mujeres. Los primeros síntomas suelen aparecer alrededor de tercero o cuarto grado y, en general, ocurren después de las vacaciones o de una enfermedad prolongada.
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Se cree que hay factores biológicos, familiares y ambientales que contribuyen a su desarrollo. De hecho, actualmente se está estudiando si un desequilibrio entre dos transmisores químicos del cerebro (norepinefrina y serotonina) interviene en los trastornos de ansiedad.
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Algunos chicos heredan una tendencia a ser ansiosos. Pero el temor y la ansiedad también pueden ser aprendidos de miembros de la familia u otras personas que manifiesten con frecuencia esos sentimientos en relación con el niño.
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"No se trata de niños con problemas, sino de familias con problemas -dice la psicoanalista Alicia Díaz Farina, directora de Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires-. Estos trastornos son llamados de atención para que en las familias puedan plantearse preguntas tales como: ¿qué significa para los papás tener un hijo?, ¿cuáles son sus historias familiares respecto de la maternidad o la paternidad?, ¿en qué situación familiar llega este hijo al mundo?"
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Los síntomas del trastorno de ansiedad de separación (ver recuadro) pueden parecerse a los de otros problemas psiquiátricos. Siempre es necesario consultar al médico para que haga un diagnóstico.
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En general, los niños con este trastorno manifiestan temor excesivo a que sus padres mueran o desaparezcan, no pueden dormir sin la presencia en el cuarto de un familiar y presentan malestares físicos (dolor de estómago, náuseas, vómitos, dolor de cabeza) ante la inminencia de separación.
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Según los especialistas, hay causas externas que hoy incrementan la incertidumbre y la angustia de los niños: padres que permanecen mucho tiempo fuera de casa, inseguridad en la calle, un entorno poco amigable en el jardín de infantes. Pero estas situaciones no son la causa de los temores, sino agravantes circunstanciales.
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Cómo evitarlo
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"Seguridad en sí mismo es lo primero que el niño necesita para formar su identidad. Esa seguridad la obtiene del marco afectivo que le dan sus seres más cercanos, es decir del apego -explica Juan Manuel Bulacio, director del Instituto de Ciencias Cognitivas-. En los trastornos de angustia de separación existe alguna inseguridad en relación con las figuras de apego; es decir, el niño siente que su base no es segura y por lo tanto quiere permanecer cerca de ella por temor a perderla."
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Un dramático ejemplo de la importancia del afecto es el resultado de una famosa investigación coordinada a lo largo de treinta años por el psicólogo austríaco René Spitz. Este estudio se basó en la observación de cientos de bebes en diversas guarderías.
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Se trataba de nenes cuyas madres, solteras o divorciadas y de nivel socioeconómico bajo, no podían hacerse cargo de ellos. En estos centros, cada enfermera tenía a su cargo a diez bebes, por lo que cada uno obtenía, en el mejor de los casos, una décima parte del tiempo de la enfermera, es decir, una décima parte de los cuidados que le hubiera dado una madre.
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Como agravante de la carencia afectiva, era común que las enfermeras colgaran sábanas entre las camitas, aislando al niño del mundo y de los otros cubículos.
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Todos los niños observados tenían buena relación con sus madres, las que los visitaban frecuentemente. Pero en cierto momento, entre el sexto y el octavo mes, fueron privados de ellas, por diversas razones, durante tres meses.
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Como consecuencia de la separación, los bebes desarrollaban una conducta lloriqueante que después de un tiempo daba paso al retraimiento. Solían desviar la mirada cuando alguien se acercaba, se negaban a participar en actividades que se les proponían, perdían peso, sufrían de insomnio y tenían resfríos recurrentes.
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Cuando la separación de la madre excedía los cinco meses durante el primer año de vida, los síntomas iban empeorando. Los niños quedaban postrados boca arriba en su cama y la pérdida de apetito y la propensión al aumento de las infecciones llevaban a un porcentaje tristemente elevado de muertes si la privación afectiva continuaba en el segundo año de vida.
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Este es un ejemplo dolorosamente extremo de cómo el ser humano necesita del contacto afectivo para vivir. No alcanza sólo con alimento y cuidados higiénicos. La falta de afecto puede derivar en problemas como el trastorno de ansiedad de separación u otros mayores.
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"Si la separación temprana de la madre es indispensable por razones económicas o laborales, debe tratarse de que el bebe quede acompañado, en la familiaridad de su casa, y en la medida de lo posible evitar el anonimato de la guardería", opina el doctor Jorge Franco, médico psiquiatra y jefe de consultorios externos de Salud Mental del Hospital de Clínicas.
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"Se deben diferenciar los problemas eventuales de angustia ante la separación de los padres -como dificultad para quedarse en el colegio o en casa de familiares o amigos cuando se puede reconocer el motivo que origina el conflicto- de aquellos casos en los que el chico nunca pudo dormir fuera de su casa, que exige la presencia de la madre en un cumpleaños de un amiguito, mientras que ninguno de sus compañeros está acompañado", agrega Franco.
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La maduración en la infancia es muy variable y depende de muchos factores. La necesidad de presencia y cercanía física de la madre o de un sustituto con función materna debe ir menguando con la edad, pero si no se constituye la confianza básica en el niño, que es su certeza de ser querido y protegido, aumenta su inseguridad juntamente con exigencias y demanda de atención.
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"Alrededor de los tres años, el niño ya puede separarse porque ha internalizado la figura de los padres y cuando se separa por un tiempo los tiene adentro. Como a esta edad ya les ha perdido el miedo a los desconocidos, hay que enseñarle ciertas pautas para que pueda comenzar a cuidarse; por ejemplo, que no se vaya nunca con un desconocido por más amable que sea", dice Eva Rotenberg.
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El tratamiento
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"Para la terapéutica deben investigarse los factores biológicos del niño, las características psicológicas de sus padres, la relación afectiva de la pareja, el vínculo con los hermanos y con las personas que lo cuidan en ausencia de los padres y la situación socioambiental en la que se desarrolla el niño", dice Franco.
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El tratamiento específico del trastorno de ansiedad de separación será determinado por el médico, pero en general estos problemas pueden ser tratados eficazmente.
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Las recomendaciones de tratamiento pueden incluir terapia psicológica para el niño o el adolescente, centrada en ayudarlos a aprender habilidades para manejar su ansiedad y dominar las situaciones que contribuyen a generar esa ansiedad.
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Algunos niños también se benefician del tratamiento con medicamentos antidepresivos o contra la ansiedad.
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En todos los casos, los padres tienen un vital papel de apoyo en el proceso del tratamiento; por eso, los especialistas recomiendan la terapia familiar, además de mantener un canal de consulta asiduo con la escuela a la que el niño concurre a diario.
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Por Valeria Burrieza
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Algunos síntomas
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Según la Academia Americana de Psiquiatría Pediátrica y Adolescente (Aacap), los niños con ansiedad de separación pueden:
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Sentirse inseguros si se quedan solos en su cuarto.
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Demostrar apego excesivo.
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Manifestar temor de ir a la escuela.
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Sentir preocupación o temor excesivos acerca de sus padres.
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Ser la sombra de su madre o de su padre en la casa.
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Tener dificultad para dormirse.
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Tener pesadillas.
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Sentir temor exagerado por los animales, los monstruos y los ladrones.
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Temer quedarse solos en la oscuridad.
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Tener rabietas cuando se los obliga a ir a la escuela.
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Protagonistas
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Estos son dos casos típicos relatados a la Revista por padres y profesionales:
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Quiere ir a dormir a la casa de Tomás, pero tiene miedo. Se arma de coraje y decide ir, pero cuando oscurece empieza a extrañar a su mamá. Aunque le da vergüenza, llora frente a su amiguito y pide desesperado que lo lleven a su casa. Cuando finalmente llega, está de mal humor, se enoja con todos y no puede dormirse.
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Agustín, de 10 años.
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Llora cuando llega la hora de ir a la escuela. Dice que se siente mal, que su corazón late muy fuerte, le transpiran las manos, le falta el aire y le dice a su mamá que tiene miedo de morirse. Muchas veces, la excusa de que le duele la panza se anticipa al momento de los preparativos para el colegio y su mamá, cansada de lidiar todos los días con la misma situación, a veces deja que se quede en la cama.
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Belén, de 12 años
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Datos útiles
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American Academy of Child and Adolescent Psychiatry: http://www.aacap.com/
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Asociación Argentina de Trastornos de la Ansiedad: http://www.ansiedad-aata.org/
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Escuela para Padres: http://www.escuelaparapadres.net/
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Martin Memorial Health Systems: http://www.mmhs.com/

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