jueves, 24 de mayo de 2007

Nota de Revista 23, sobre el nuevo libro de Eva Rotenberg



Nota de Infobae sobre "El hijo del medio"

Infobae.com
23 de mayo


El hermano del medio, ¿lleva las de perder?

Por Valeria Chavez Infobae.com


Parece ser que son los mismos "perjudicados" los que echaron a correr el rumor, porque los profesionales tienen otra teoría. Una psicóloga aseguró a Infobae.com que "cada lugar tiene su dificultad".


Lo que generalmente ocurre es que el mayor es el único "mayor", el menor, el "único menor", pero el o los del medio no tienen un lugar definido.

Así lo explicó la psicóloga y psicoanalista Eva Rotenberg, para quien uno de los pocos "perjuicios" que conlleva la ubicación es que el del medio "no es ni mayor ni tiene las ventajas o los mimos del menor".

La profesional es la creadora y directora de la Escuela para Padres y explicó a Infobae.com que, además de la ubicación, el sexo es otro de los determinantes de las relaciones entre los hermanos. Así, si hay un único varón o nena tendrá un lugar especial porque es "exclusivo".

Rotenberg explicó que "para construir la identidad, uno tiene que ser visto por otros que otorguen significado y en esto los padres juegan un rol esencial". Por lo que si un hijo pasa desapercibido "le resultará difícil formar su identidad".

"El Yo se estructura en relación con la mirada del espejo; el primer espejo es la mirada de la madre", explicó la profesional, quien agregó: "La madre es representante del papá y de la cultura (los valores); según cómo ella lo ´mire´ y lo que le transmita le dará significado".

¿Cómo deben actuar los padres?
Los progenitores tienen la nada fácil tarea de "desarrollar herramientas internas en los hijos"; deben ayudar y acompañar la crianza de manera tal que ellos desplieguen su potencial como sujetos.

En ese contexto, Rotenberg detalló que "tanto si no lo tienen en cuenta, así como si lo llenan de ansiedades el resultado va a ser que no va a desarrollar bien su potencial interno. "Es importante que la madre lo pueda ver (que lo vea a él: conozca sus tiempos y deseos) y acepten las características con que nace cada hijo".

Es por eso que la psicóloga insistió en que las "dificultades" no dependen tanto del lugar que ocupe el hijo en la escala de "edades" sino también del sexo y las circunstancias de la vida.

Para Rotenberg hay muchas situaciones que se deben tener en cuenta: "quizá cuando nace un hijo los padres están en mejor situación emocional que cuando nacen los otros".

En ese sentido, la profesional destacó que el hecho de que el menor goce de los "privilegios" y "mimos" que implican ser el "más chiquito", pueden llegar a jugarle en contra y –por ejemplo- costarle socializar o competir por un puesto laboral por la simple causa de que siempre fue el "protegido de la casa".

"Salir del rótulo de los padres es muy difícil", remarcó la profesional.

Lo mismo ocurrirá con el mayor, que siempre será visto como el "grande" (aunque tenga dos años, si el segundo nació muy "cerca", pasará a ser el mayor a una edad en que no debería ser considerado como tal).

Rotenberg, que acaba de publicar su libro Hijos difíciles-Padres desorientados. Padres difíciles-Hijos desorientados, destacó que la crianza de un hijo es un encuentro: "no se trata de imponer cosas, los padres deben encontrar el equilibrio, dado que si son autoritarios dificultarán el desarrollo del niño, en tanto que los permisivos no marcan correctamente el camino".

Nota de Página 12 sobre la película "La Familia del Futuro"


Las/12

Viernes, 06 de Abril de 2007

Defina normalidad
Con la última película de Disney, La familia del futuro, parámetros cada vez más habituales en la vida cotidiana encuentran lugar en una ficción para niños y niñas: un juego de espejos que también quiere reflejar familias monoparentales, homosexuales y de las otras.

Por Luciana Peker

Si vos creés que tu familia es diferente, esperá a ver a los Robinson”, anuncia el eslogan de La familia del futuro, la última película de Disney, que se dirige –clara y específicamente– a chicos y chicas que viven en familias diferentes. ¿Diferentes de qué? Del ya desbarrancado modelo –como imposición de un modelo único– de familia de mamá-papá-nene-nena. El lema ya es un signo de la nueva era de películas infantiles que, en su totalidad, o en destellos, ofrecen un espejo de los nuevos vínculos y –con más o menos logros– borran estereotipos de varones todopoderosos, madres abnegadas, padres fríos y distantes y mujeres nacidas para y por la maternidad.

A pesar de que la cultura audiovisual se muestra –a veces– como un espejo del retroceso de una infancia paralizada frente a la pantalla, en realidad, buena parte de la industria cinematográfica parece dar, al menos en algunos sentidos, más pasos adelante que el Estado o la escuela y, ni hablar, que la televisión abierta (que sigue patinando por un sueño). Tal vez porque, finalmente, son los propios chicos y sus padres los que van a ver las películas que reflejan un mundo que pugna –no sin idas y venidas– por encontrar el lugar de los nuevos padres y madres.
En La familia del futuro, una adaptación del libro de William Joyce A Day with Wilbur Robinson, la trama empieza con un clásico de las películas infantiles. El héroe protagonista, Lewis, es abandonado por su madre biológica. En principio, la idea de quitar a la madre de la historia es uno de los disparadores más usados por el cine para dar dramatismo, tensión y acción a la trama, desde Tarzán hasta Batman. En los últimos tiempos, sin embargo, este recurso se multiplicó –no azarosamente– y con un fin evidente. Los guionistas de films infanto-juveniles no encontraron mejor manera de delinear nuevos hombres-padres sin dejarlos solos frente a sus hijos. Y, para eso, mataron a las madres, como en Nemo (donde el padre se vuelve temeroso y sobreprotector de su hijo hasta que aprende a criarlo en libertad), Rayas (el padre no quiere dejar a su hija adolescente correr montada a una cebra porque su esposa murió en una accidente hípico hasta que termina respaldando la vocación de su hija). Mientras que el mismo esquema se repite en Herbie..., donde una joven conductora (que maneja mucho mejor que su hermano varón, del cual se espera que gane carreras automovilísticas) logra que su padre la apoye en una vocación no tradicional.
La lista sigue -Chicken Little y Espantatiburones, por ejemplo- y, de alguna manera, ejemplifica los huracanes que sufre –y disfruta– la función paterna. Pero con un talón de Aquiles sorprendente –y temerario–: los hombres pueden progresar, cambiar y acercarse a sus hijos, siempre y cuando no tengan a la madre de sus hijos al lado. ¿Cómo se hace, entonces, para que el avance se produzca en familias democráticas en donde las mujeres quieren conjugar la maternidad con una vida fuera del hogar?
En La familia del futuro hay algunos esbozos interesantes –no siempre enteramente correctos–, buenos puntales de un cambio que empieza a ser cada vez más presente. Aunque rebobinando, en realidad, en la primera escena de la película se ve la misma trama de siempre. Una mamá –tapada completamente a modo de mujer descarnada y descarriada– abandona a su pequeño bebé, en una noche de tormenta, en la puerta de un orfanato. Doce años después, Lewis, de 12 años, quiere ser adoptado, pero en todas las entrevistas es rechazado por sus potenciales padres a causa de sus excentricidades. Hasta que el niño triste e inventor decide crear un scanner de la memoria para volver los años atrás y convencer a su mamá de que no lo deje.
El niño, finalmente, puede decidir hablarle a su madre y no lo hace. Y termina, él también, adoptando a su nueva familia adoptiva, con una madre no tradicional (la Dra. Krunklehorn, una excéntrica inventora que se llena los brazos con parches de café para mantener un espíritu bien alto y que lleva varias noches sin dormir. Y que, incluso en la vejez, se convierte en Abue Lucille, una anciana vital y divertida); su padre (Abue Bud) no es tampoco clásico ni conservador (se viste con la ropa al revés, un signo de búsqueda de invertir roles, a través de la imagen) y festeja, literalmente, no tener una esposa que hornee galletas (el prototipo de abnegación de la mujer norteamericana) sino que baile música disco. Como padres, además, los Robinson festejan con aplausos los fracasos, como único camino hacia la realización.
Después, Lewis también innova. El elige como esposa y madre de su hijo a Franny, una mujer que de niña era tildada de “loca” por su pasión extravagante –y no entendida– de querer hacer cantar a las ranas. Marcelo Hernández, médico psiquiatra y psicoterapeuta, resalta: “El cine va expresando paradigmas de la época aggiornados al espectador al que está dirigido. Desde la posmodernidad, el concepto tradicional de familia (donde papá trabajaba y mamá cuidaba a los niños) feneció. Con los avances de las libertades individuales, el sentir de las minorías y el incremento de los divorcios (que en la Argentina ya se da en uno de cada dos matrimonios), los cambios de roles, los matrimonios de gay o de lesbianas, el avance de las jefas de hogar y los hijos de probeta se van construyendo modelos de familia que viven y conviven con los chicos”.
“La familia tradicional es minoría en este momento”, dispara Eva Rotenberg, psicóloga, directora de la escuela para padres y autora del libro Hijos difíciles, padres desorientados. Padres difíciles, hijos desorientados, de Lugar Editorial, y analiza: “El cine está reflejando parejas que mantienen roles compartidos o invertidos y donde los hijos son más independientes y se tienen que arreglar más solos cuando la mamá no está en casa y, por eso, son más adultos que antes. Ahora hay nuevas configuraciones vinculares: familias ensambladas o con padres que forman parejas homosexuales o lesbianas o adopciones monoparentales u homoparentales. El cine es una producción que está inmersa en la cultura que vivimos y es un arte que permite que se vayan poniendo imágenes y palabras a lo que se vive cotidianamente”.
Rotenberg, también autora del libro Adopción, el nido anhelado, subraya que el giro de La familia del futuro en donde el niño puede no redimir a su supuesta madre abandónica sino aceptar su decisión y decidir él adoptar a su nueva familia es un paso adelante en la construcción social de la maternidad como un hecho no meramente biológico. Ella rescata: “Los chicos adoptados tienen que elaborar la adopción y esto de que una mamá biológica los dio en adopción por algún motivo que ella conoce. El momento en el que el protagonista puede volver atrás en la película significa, más allá de la ficción, volver atrás. Es un paso importante porque recién cuando uno puede elaborar lo vivido puede aceptar a sus padres adoptantes y rearmar su vida. Es muy linda esa vuelta, porque si no se elabora ese momento queda como un hecho inexplicable bajo la pregunta ‘¿Por qué no me quisieron?’. En realidad, al chico adoptado sí lo quisieron. Pero, por algún motivo, no lo pudieron criar, que son dos cosas distintas”.


lunes, 7 de mayo de 2007

Presentación del libro sobre padres e hijos de Eva Rotenberg en la Feria del Libro


El viernes 27 de abril, la Licenciada Eva Rotenberg presentó su libro“Hijos difíciles-Padres desorientados. Padres difíciles-Hijos desorientados”, de Editorial Lugar, en la Feria del Libro.



El libro trata sobre la relación padres e hijos desde sus comienzos hasta que el hijo es adolescente y además cuenta con testimonios sobre los distintos temas. En sus páginas, el lector va a descubrir herramientas para evitar conflictos severos. En el caso de que ya existan, encontrará situaciones en las que se verá reflejado y a través de la lectura, podrá desarrollar recursos propios para empezar a resolverlos. “Hijos difíciles-Padres desorientados”…tiene que ver con una importante concepción acerca del poder del vínculo padres-hijos en el crecimiento de los hijos y también de los padres como tales. Parte del crecimiento “normal” acompañando a los padres en la comprensión y crianza de sus hijos, pero da elementos para comprender cómo llega a “enfermar” un niño, aportando conceptos y testimonios de muchas familias que servirán a aquellos padres que no tienen un modelo interno.

La lectura de Hijos difíciles-Padres desorientados… se anticipa a los conflictos y su eje lo constituye el complejo tema de lo que significa “criar un hijo”. La autora comparte su larga trayectoria profesional en un lenguaje sencillo pero profundo y de fácil comprensión.


INFORMACIÓN ADICIONAL SOBRE EL LIBRO
Está dividido en los siguientes capítulos:

Capítulo 1. La Escuela para Padres.
Capítulo 2. Empezar bien.
Capítulo 3. El niño va creciendo.
Capítulo 4. El niño y su mundo.
Capítulo 5. Los miedos
Capítulo 6. La sexualidad.
Capítulo 7. Hijos difíciles-Padres desorientados.
Capítulo 8. Trastornos en la alimentación.
Capítulo 9. La escolaridad.
Capítulo 10. Una segunda oportunidad. La adolescencia.
Capítulo 11. Pensar en la problemática.
Capítulo 12. Salud y enfermedad.

Algunas de las cuestiones que se tratan en dichos capítulos son: embarazo, cambios corporales, el bebé, niños con discapacidad, insomnio del bebé, enfermedades. En el capítulo 3, se habla de las pataletas, del control de esfínteres, entre otros temas, y en los capítulos siguientes se habla sobre hijos sobre exigidos, sentirse desvalorizado, herramientas para la vida, angustia de separación, sexualidad, los límites, trastornos de alimentación, fobias escolares, adolescencia, etc.

INFORMACIÓN ADICIONAL SOBRE LA ESCUELA PARA PADRES QUE DIRIGE LA LIC. ROTENBERG
La Escuela para Padres (http://www.escuelaparapadres.net/) nació hace seis años –junio de 2000, Buenos Aires, Argentina- bajo la dirección de la Licenciada Eva Rotenberg, una psicóloga y psicoanalista especializada en niños y adolescentes y en terapia familiar y de pareja.

Los encuentros de papás y mamás (al que también pueden ir los hijos u otros familiares, como tíos o abuelos, que tengan problemáticas a resolver con chicos o que quieran realizar cualquier tipo de consulta), son una vez por semana y combinan elementos del psicoanálisis y la psicoterapia.

El foco está puesto en la prevención de conflictos y los resultados se logran de manera más rápida por ser terapias grupales donde se comparten las experiencias; las vivencias de un papá o mamá de hijos adolescentes, por ejemplo, pueden ser de suma utilidad para los padres de hijos más chicos.


En caso de necesitar más información, llame al 4803-6454 o escríbanos a: evarot@hotmail.com También puede ingresar a la web de la Escuela para Padres: http://www.escuelaparapadres.net




La Escuela Para Padres en Revista Rumbos (Enero 2007)

Escuela para padres

El psicoanálisis multifamiliar con sesiones que reúnen a grupos de padres que reflexionan juntos, se revela como una herramienta útil para resolver problemas en la crianza de los hijos




El departamento del barrio de Palermo donde dos veces por semana se reúnen los grupos de la Escuela Para Padres, que dirige la psicoanalista Eva Rotenberg, es de lo más cálido. Hay una estantería doble plagada de libros, un escritorio con una computadora donde Eva se sienta a responder los e- mails que recibe en su página web (www.escuelaparapadres.net) y allí mismo también hay un bowl repleto de caramelos que hacen las delicias de los chicos, que a veces van con sus padres a las sesiones, e inclusive de los mismos padres que en ocasiones los comen para calmar sus propias ansiedades. El amplio ambiente donde se realizan las sesiones tiene un par de grandes y cómodos sillones, varias sillas, una enorme ventana con vista a la calle arbolada, y al lado una habitación, que además de tener juegos y elementos de dibujo para los chicos, siempre tiene la puerta abierta para que ellos entren y salgan de allí a piacere, a veces para mostrarle uno de sus dibujos a Eva, quien los analiza luego, y otras para escuchar o comentar algo en plena sesión, pero siempre con total libertad. Es que este es, justamente, el espíritu de las sesiones de la Escuela Para Padres, inaugurada hace seis años por Rotenberg, que es especialista en niños y adolescentes, en terapia multifamiliar, en patología mental severa y que inclusive formó otra escuela para padres en un colegio en Barcelona, a comienzos de los `90. Se trata de un encuentro por semana, al que van distintos grupos de padres, madres, en ocasiones también con sus hijos, y hasta abuelos/as, tíos/as solos o acompañados por sus nietos y sobrinos, para socializar sus angustias, temores, problemas, dudas o consultas que van surgiendo en el trabajo cotidiano de crianza de los chicos. En cada grupo puede haber hasta quince padres, como máximo, y las sesiones duran de una hora y media a dos. Cada encuentro comienza con un tema cualquiera que alguno de los integrantes del grupo trae a cuento y se convierte en disparador de la sesión que la psicoanalista coordina activamente.
“Soy psicoanalista, pero también soy mamá –dice Rotenberg- . Cuando estaba criando a mis tres hijos, que ya son grandes, me di cuenta que los padres están muy solos, y por ahí arrastran conflictos en las relaciones con sus hijos durante años sin encontrarles solución. No existía un espacio al cual acudir para charlar con otros padres e ir resolviendo los problemas mientras crían a sus hijos, y eso es justamente lo que ofrece y el motivo por el cual inauguré la Escuela Para Padres”.
La metodología de la Escuela se basa en el psicoanálisis y otras teorías, y en el psicoanálisis multifamiliar, un terreno donde Eva se especializó, ya que trabajó en diversos grupos multifamiliares al formar parte del equipo terapéutico del prestigioso psiquiatra y psicoanalista Jorge García Badaracco, creador, justamente, del psicoanálisis multifamiliar. La diferencia con ese tipo de terapia, es que en aquellos grupos se prioriza el trabajo con adultos y la resolución del conflicto o patología, una vez instalados; en cambio, la base de la escuela para padres es la prevención, es trabajar con las diversas situaciones y conflictos, no sólo para resolverlos, sino también para prevenirlos. Asimismo, se trabaja a partir de las situaciones que muchas veces los mismos papás no han elaborado de su propia infancia, y como ya se ha dicho, también pueden acudir los hijos, cuando los padres o los mismos chicos lo consideran necesario.
“Los padres, en general, son buenas personas con buenas intenciones que, como todos, a veces se equivocan –dice Rotenberg-. Entonces, sirve mucho trabajar en grupo, en vez de hacer un tratamiento tradicional. Si quieren pueden venir un par de veces y luego sienten que ya resolvieron su problema se van, no tienen que seguir un tratamiento de años, sino ocuparse de criar a sus hijos. Los grupos consiguen resultados mucho más rápido que las terapia individuales convencionales”.
En los años de vida de la Escuela, Eva ha visto de todo. Desde un bebé de tres meses que dormía mal y estaba siempre en estado de alerta, porque sus papás no le prestaban suficiente atención, hasta padres que se sienten culpables al poner límites a sus hijos, pasando también por chicos violentos, adolescentes y/o padres que tienen problemas de drogadicción, papás que consultan por la sexualidad de sus hijos, y parejas divorciadas que no saben cómo relacionarse con sus hijos, entre otras situaciones. Una mención aparte le merecen los chicos con diagnóstico de ADD o Déficit de Atención, “que en realidad son chicos con una patología emocional, que no tuvieron un sostén, un buen armado vincular, entonces son chicos hiperkinéticos porque lo que tienen es un desborde de ansiedad, no tienen nada a nivel neurológico. Hay muchos chicos medicados por tener ADD y en realidad, son chicos ansiosos. La medicación suele ser una barbaridad, es colocar al chico en el lugar del enfermo y desde allí, cada vez van a tener que darle más medicación. Muchas veces, detrás del ADD hay conflictos muy severos, inclusive, de psicosis infantil”, explica la psicoanalista.
Uno de los temas que de un tiempo a esta parte Eva vio crecer mucho en las sesiones de grupo es de la violencia en los adolescentes. “Un hijo suele expresar violencia como forma de querer cambiar a los padres, de hacerlos entender. A veces los padres entienden primero a otros hijos y a partir de eso, comienzan a entender a los suyos. Empiezan a entender que la violencia no nació en un repollo, no se da porque el hijo salió al tío loco, sino que se fue generando en la familia en los desencuentros vinculares”.

Testimonios
Paula Martínez (40) está divorciada, vive en con su hija Florencia de 13 años en Villa Adelina y una vez por semana tiene una cita que cumple religiosamente: su sesión de la Escuela Para Padres. “Empecé hace cinco años. Me estaba divorciando y mi hija, que tenía ocho, no estaba bien emocionalmente y yo no encontraba la forma de acercarme a ella. Inclusive llegó a tener un retroceso motriz que notaron en la escuela”, recuerda. Así fue como Paula llevó a Florencia a una batería de psicólogos, neurólogos y otros profesionales, hasta que un día, cansada de no ver resultados, se le ocurrió la idea de comenzar ella misma un tratamiento, con la idea de que quizá, de este modo, la podría ayudar de forma más directa. Así fue cómo se unió a uno de los primeros grupos coordinados por Rotenberg. “Al principio iba sola, después también empezó a venir ella y ahora sigo yendo sola. Ella siempre tiene la puerta abierta, y cada tanto, cuando siente ganas de contar algo, va de nuevo”. En muy poco tiempo, Paula empezó a notar cambios. “En mi angustia y en mi ansiedad estaba cometiendo algunos errores. Como ella viene de un padre depresivo yo la había encasillado como una depresiva. En la primera sesión Eva me marcó eso, y empecé a trabajar sobre la idea de que ella es lo que es, no como yo creía que era, e inmediatamente se instaló entre nosotras una comunicación más fluida”.
Tan bien le fue a Paula, que al mes de tratamiento, su hija dio muestras de un avance motriz, al dejar las rueditas de la bicicleta. Para Paula la clave del tratamiento está en que “se aprende mucho de los otros papás que cuentan sus experiencias. Es un tipo de terapia ágil, amena. Cuando yo iba a sola a sesiones de terapia convencional, era el ombligo del mundo con el peor problema. En cambio acá, se instalan los temas y se hablan, desde un lugar donde la autocompasión desaparece de plano. Además, siempre se toma todo con más humor, aparece el chiste, la ayuda, el caramelo para bajar la angustia que te provoca hablar de ciertos temas. En este momento tengo el gorrito de egresado. Flor está espectacular, me cuenta todo, nos divertimos juntas y tenemos un vínculo muy fuerte. Me parece importante seguir yendo al grupo, para acompañarla en todos los cambios que se van produciendo a medida que crece”.
Fabián Frenkel (casado, 42 años, de Olivos), uno de los papás que este año “retomó la escuela” coincide en resaltar la agilidad de este tipo de terapia. Padre de dos varones de 6 y 2 años, y dueño de una agencia de publicidad y marketing, Frenkel lo explica así: “La ventaja del grupo es que te permite avanzar más rápido, porque uno escucha otros testimonios, otros problemas y se da cuenta que por ahí el problema de uno no es tan grave o que tiene una solución mucho más sencilla de lo que uno creía y no le da tanta vuelta al tema. Es muy importante escuchar a los otros, porque te pasa que después de la sesión te empezás a dar cuenta de un montón de cosas que por ahí en el momento ni pensaste. Con mis hijos hasta el día de hoy sigo trabajando varios temas. Para mí el grupo, al que voy solo, es mi espacio, mi terapia personal”.
En los grupos, el común denominador es que todos buscan mejorar la relación con sus hijos. Para ello, claro, hay un concepto fundamental: saber sostenerlos. Algo que puede resultar una tarea difícil, si como hijos, ellos mismos no fueron sostenidos por sus propios padres.
“Muchas veces los padres no pueden sostener a sus hijos, e intentan reemplazar esta carencia, dándoles todos los gustos o por el contrario, siendo muy autoritarios y marcando límites todo el tiempo. Pero ninguna de las dos cosas es sostener a un hijo. Sostener es otra cosa, es acompañar, es respetarlo, es respetar su subjetividad, respetar su individualidad, poniendo límites, pero desde el sostén, no desde la imposición. Desde la imposición se anula y se somete a la persona y es una diferencia que la persona que no fue sostenida en su infancia, no puede reconocer. Y ahí es donde hay que empezar a trabajar. En grupo es mucho mejor, porque por ahí, un padre que no le puede poner límites a un chico de dos años, escucha la experiencia de un padre de un adolescente y probablemente algo de eso le servirá para aplicar en la crianza de sus propios hijos”, concluye Rotenberg.

Recuadro:
Los límites


En su libro de próxima aparición –“Hijos difíciles, padres desorientados; padres difíciles, hijos desorientados”- Eva Rotenberg dedica un capítulo a los límites, uno de los temas por el que más le consultan los padres. Aquí, un fragmento.
"Los límites no son controles rígidos, en todo caso, no deberían serlo. Todo lo contrario, por un lado en una buena crianza, se supone que el niño está en una etapa en la cual precisa expandirse y explorar el mundo, todo es nuevo en la infancia. Se trata de advertirle frente a lo peligroso, pero no de evitarle todo posible riesgo, porque sino, no podría subir solo al tobogán o hacer cosas de niños. Si un niño se lastima, siempre que no sea algo serio, el dolor también es una experiencia importante, porque sabrá que hay cosas que lastiman y así comenzará a tener un propio registro interno… Los límites son una guía, pero si no se van marcando desde que son pequeños, luego el niño los sentirá como frustraciones intolerables. Muchas veces los padres saben que deberían poner límites, pero no pueden, sienten culpa. Esos padres deben ser ayudados porque ese no poder es una expresión de un conflicto no resuelto…
La solución no es poner lo que se cree que son límites porque sí, con penitencias o palizas, sino ayudar a que el hijo aprenda a poder limitarse él sólo. Esto es un efecto que se logra a partir de sentirse querido, cuidado y de tolerar cierto grado de frustración. Entendiendo por cuidado, que los adultos no le permitan hacer o decir lo que le hace daño a él o a terceros, porque también es perjudicial para sí mismo.
Es decir, que aprender a cuidarse es un proceso que se va construyendo especialmente a partir de una autoestima positiva".

domingo, 6 de mayo de 2007

"La familia de mi marido", nota en revista Mía (5/4/07)

¡Ay, la familia de mi marido!

Cientos de películas se han inspirado en los problemas de suegras y nueras, de cuñados problemáticos y de la parentela que trae nuestra media naranja consigo al altar. Claro que no siempre es para risa sino para poner los pelos de punta. Reflexiones y consejos.


Si alguien le hubiera dicho hace ya unos cuantos años, que su suegra -aquella mujer que parecía ser tan dulce y buena y que ¡afortunadamente! casi no se metía en su vida- iba a mutar a una máquina de críticas y comentarios negativos hacia usted apenas naciera su primer hijo, ¿usted se hubiera casado con su marido de todos modos?
¿Y de haber sabido que ese suegro tan simpático y conversador era en realidad un adicto al juego que permanentemente pondría en riesgo la economía familiar, inclusive la suya propia, usted no hubiera preferido correr unos cien metros llanos en retirada?
Si bien ambos ejemplos son exagerados, lo cierto es que muchas mujeres sufren cotidianamente, a veces durante años, las consecuencias de diversas conductas dañinas -o directamente patológicas- de la familia de origen de su marido sin saber bien qué hacer o cómo enfrentarse a estos problemas de una manera que no lastime a su pareja, pero que tampoco enferme a su propia familia.

Todo cambia…menos él
“En realidad, cuando se mete la familia del otro es porque alguien está dejando que se meta y frecuentemente esto tiene que ver con una dependencia emocional del hijo o de la hija que no ha cortado el cordón con sus padres. Esto es muy frecuente en parejas jóvenes, que pasan de vivir en la casa de los padres a vivir juntos”, explica la psicóloga y psicoanalista Eva Rotenberg, directora de la Escuela para Padres.
Antes de ahondar en el tema, hay un factor importante a tener en cuenta: en los primeros tiempos de una pareja, suelen dejarse de lado los defectos del otro y se potencian sus virtudes, acaso en un deseo inconsciente de que esos problemas, esos “pequeños defectos”, puedan ser corregidos por uno a lo largo del tiempo, lo cual, obviamente, nunca ocurre. Esa es la época del enamoramiento que el mismo Sigmund Freud, el padre y creador del psicoanálisis, definió como una época de “locura temporal” donde cada uno ve en el otro sólo lo que quiere ver. Y es ahí, en esa etapa, donde se puede creer, equivocadamente, que al formar una pareja, sólo se está eligiendo al cónyuge, cuando en realidad esa persona viene acompañada de su familia de origen.
Si bien en una primera etapa, los problemas pueden pasar más o menos desapercibidos, muchas veces se agravan ante el nacimiento del primer hijo, que a su vez implica un reingreso de los padres de ambos integrantes del matrimonio al entorno familiar, esta vez en su nuevo rol de abuelos. “Ahí el problema se hace más notorio y las abuelas pueden empezar a competir por el cariño de sus nietos o a opinar sobre qué tipo de educación es la mejor para ellos,” dice Rotenberg. Cuando las críticas sobre su propio rol de madre recrudecen, esa flamante mamá comienza a sentirse desvalorizada, a dudar de si misma, de su propia capacidad maternal e inclusive en los casos más graves, la familia del marido y el marido mismo comienzan a absorber a ese nuevo hijo y a quitarle autoridad a ella. “Esos casos son terribles. Hay casos de depresión post parto que en realidad tienen que ver con que la familia del marido se apropió del bebé y en los casos más graves, una mamá hasta puede intentar suicidarse”, alerta la psicóloga.

Testimonios
Para Mariana -37 años, profesional, casada y madre de tres hijas- la familia de su marido no le implicaba mayores inconvenientes hasta que un día su suegro le pidió que le saliera de garante de un crédito. Ella aceptó, pero un par de meses más tarde se encontró con que tenía su sueldo embargado porque su suegro había dejado de pagar el préstamo.
Por su parte, a Andrea -38, docente, casada, un hijo- le molesta que la familia de su marido hace mucha diferencia entre su hijo, de un año y medio, y el hijo de su nuera que nació apenas un par de meses antes. “A mi hijo no lo vienen a ver nunca y a su sobrino lo ven casi todos los días. Mi marido se pone re-mal con todo esto”.

El factor suegra
Un factor que suele incidir en la mala predisposición de la suegra hacia la nuera, es que la primera no tenga un proyecto de vida propio, por lo cual durante años, su hijo le sirvió para tapar esas carencias, para sentirse valorada y hasta para ocultar las dificultades de su propio matrimonio. Todo esto cambia, cuando el hijo le es “arrebatado por otra mujer”, que es como este tipo de mujer se siente cuando ese hijo se casa o inicia una convivencia y es ahí donde puede empezar a sentir celos de su nuera y empezar a competir con ella.
Una reciente nota del periódico The Observer daba cuenta de que en Italia, cada vez son más las parejas -3 de cada 10- que se divorcian por la excesiva presencia de las suegras que hasta comparten techo con la nueva pareja a veces por problemas económicos y en otras ocasiones también por la falta de proyecto propio, ante lo cual esperan que ese hijo al cual dedicaron la vida, se lo retribuya de igual manera. Otras suegras-y suegros- se niegan a aceptar el paso del tiempo e impiden que su hijo arme su propio proyecto de vida. Hay que tener en cuenta que cuanta más dependencia tenga un hombre con su madre, seguramente va a buscar a una mujer más dominante que le permita salir de ese vínculo asfixiante. Es decir, en lugar de resolver eso por si mismo, se busca una mujer de mucho carácter para que ella haga el “trabajo sucio” y se enfrente con esa madre demasiado absorbente. Algo que, como se sabe, suele fracasar.

Consejos sanos
Pero a no desesperar, que, como dice el dicho, no está muerto quien pelea. Para prevenir todos estos problemas, o por lo menos para intentar poner parches en las situaciones que ya están instaladas, hay varias cosas que se pueden hacer.
“Lo principal –dice Rotenberg- es que la pareja entienda que lo más importante es cuidar su vínculo. Tienen que entender que, por más que los padres los quieran mucho, nunca van a poder cambiar su forma de ser”. Por su parte, a la mujer que padece este tipo de situaciones, se le sugiere arreglar las cosas con su marido “y nunca tratar de enseñarle nada a su suegra. De nada sirve tener un enfrentamiento frontal con ella. Si la situación con la familia política se torna intolerable, que el marido vaya a visitar a su madre, pero que no interfiera con su propia vida familiar. Nunca debe permitir que la desvaloricen y menos frente a sus hijos”.
Por último, un par de sugerencias para los suegros/as. “Lo importante es sumar y no poner palos en la rueda, porque sino las situaciones van a empeorar y cuando se quieran acordar, van a tener toda la familia en contra –alerta la licenciada-. Inclusive aunque su hijo se divorcie, cuando sus propios nietos crezcan van a tenerle bronca a esos abuelos que molestaron a sus padres. Una suegra no tiene que competir con su nuera y no limitarse a colaborar en lo que ella quiera, sino en lo que realmente necesita su nuera. En lo personal, conozco muchos casos muy buenos donde realmente la suegra y la nuera se quieren, se ayudan y se respetan. Son vínculos muy constructivos, donde todas las partes salen beneficiadas, en particular los chicos, que suelen ser los que más sufren cuando se da el caso contrario”.

La Escuela Para Padres en diario Clarín (22/2/07)

Link: http://www.clarin.com/diario/2007/02/22/deportes/m-00504.htm

CHICAS & CHICOS: TENDENCIAS ESCUELAS PARA PADRES
También los grandes van al cole



Lugares donde los papás, tíos, y abuelos aprenden a resolver algunos problemas de los chicos.


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La Escuela para Padres —creada y dirigida por la psicóloga y psicoanalista Eva Rotenberg en el año 2000— nació como un espacio de apoyo profesional a los padres. "La idea es ayudarlos a detectar qué aspecto del vínculo con sus hijos los está enfermando".
A los grupos de la escuela van mamás, papás, solos o con sus hijos, y también abuelos/as y tíos/as. Los encuentros se realizan una vez por semana y duran alrededor de dos horas. Los chicos pueden participar de la charla o quedarse en la sala infantil, donde juegan, leen o dibujan. Sus dibujos, sirven como disparador de su conducta y de la situación familiar.

Los padres pueden consultar por un bebé que no logra conciliar el sueño, por trastornos de conducta, por cómo poner límites a un hijo, entre otras cuestiones. Pero el motivo que siempre resulta preocupante son los trastornos de aprendizaje, que suelen ser detectados en el colegio. "Los problemas de aprendizaje son la punta del iceberg de otra cosa— dice Rotenberg—. Los chicos exploran todo, inclusive desde bebés ya empiezan a investigar sus manos y sus pies. Cuando no aprenden, algo le está pasando a la familia". Las raíces de este tipo de conflictos pueden ser muchas: sobreprotección, situaciones de violencia familiar, abandono o abuso sexual, entre otros. "Hoy lo que se ve mucho en los chicos de la escuela primaria, es que están muy abandonados porque sus padres están todo el día afuera en el trabajo", dice la especialista. La clave pasa por la detección temprana del problema, inclusive si son chicos que se las arreglan bárbaro con el estudio. "Siempre es importante —explica— que los papás le pregunten cómo van las cosas en el colegio, qué deberes tiene que hacer, sino ese chico va a sentir que no están interesados en él. También es importante alentarlo. Hay que buscar un punto medio: no es bueno dejar a un chico solo ni tampoco hacer todas las cosas por él”.

Información: http://www.escuelaparapadres.net/ o en el teléfono 4803-6454.