miércoles, 3 de agosto de 2011

Segmento de la Lic. Rotenberg (Canal 26)

Aquí les dejamos el audio para que puedan escuchar a la Lic. Rotenberg:
http://chirb.it/kw5DrI 

viernes, 29 de julio de 2011

Niños en el trabajo; padres en apuros

QUEREMOS COMPARTIR CON USTEDES UNA NOTA QUE SALIÓ EN EL DIARIO LA NACIÓN.
 
Sociedad / Tendencia en vacaciones

Niños en el trabajo; padres en apuros

Por necesidad o por gusto, muchos llevan a sus hijos a sus empleos; un paseo económico, agotador, pero que enriquece la relación

Viernes 29 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Niños en el trabajo; padres en apuros
Evangelina Himitian
LA NACION
Mariano discutía con su jefe un tema de trabajo mientras Felipe, de cuatro años, se escabullía entre los escritorios y se entretenía cortando pedacitos de cinta scotch con los dientes. De pronto, se entrometió en la charla para hacer su aporte: "¿ Tanga cinta en da dengua ?", preguntó estirándola lo más que pudo.
Escenas como ésta se vivieron en muchas empresas durante las últimas dos semanas. Es que ir a trabajar con los padres se convirtió en un clásico de las vacaciones de invierno. A los adultos les resuelve un paseo económico, aunque tal vez, al final de la jornada "se arrepientan" de haberse embarcado en esa misión. Los chicos, por el contrario, regresan a casa en subte, colectivo o auto, convencidos de que fue el mejor paseo.
De hecho, cada vez son más las empresas que oficialmente incorporan el "Día de ir a trabajar con papá o mamá" a su política de recursos humanos. Es el caso de Metrovías, que desde 2008 tiene el programa "Aventura sobre ruedas" para los hijos de los empleados durante las vacaciones de invierno, o Telefónica y Movistar, que desde hace dos años organizan jornadas especiales para los viernes o actividades para el Día del Niño. Otras como Avón y Lexmark también organizan jornadas especiales para los chicos, entre muchas otras que adoptaron esta modalidad nacida de la cultura norteamericana.
Visitar el lugar en el que trabajan los padres puede ser una experiencia cautivante. Pero no sólo eso, también enriquecedora para la relación padre e hijos, según explicaron psicólogos especializados en familia, consultados por La Nacion.
Que los chicos puedan acompañar al padre o a la madre a su lugar de trabajo es altamente positivo, sobre todo porque amplía la visión de quién es el papá o la mamá fuera del ámbito familiar", explica Eva Rotemberg, directora de la Escuela para Padres ( www.escuelaparapadres.net ).
"Es algo muy positivo para la convivencia. El chico aprende a relacionarse de otra forma con su padre o madre; además, ayuda a formar la imagen mental de adónde va papá o mamá cuando va a trabajar", explica Mónica Cruppi, miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina e investigadora de temas de familia.
"También es importante que el padre y sus jefes tengan en cuenta que ése no va a ser un día de trabajo como cualquier otro. Podrá trabajar a medias, porque si no, si lo deja ocho horas abandonado frente a una computadora, en un ámbito que no es para él o sin prestarle atención, el efecto puede ser inverso", detalla Rotemberg.
Los especialistas explican que ser parte de una jornada laboral permite conocer al padre desde un lugar distinto, en un ámbito en el que interactúa con otras personas, en un rol diferente al que tiene en casa. Sin embargo, se debe cuidar que no sea una jornada muy larga, ni que el chico se sienta dejado de lado, porque se convertiría en una experiencia negativa para el vínculo del padre con el trabajo. También se debe tener en cuenta la seguridad del chico y que no se sienta forzado a permanecer en silencio o sin atender sus necesidades físicas en un mundo adulto.
Marina, de casi 4 años, llegó a la oficina de su madre convencida de que ella también iba para trabajar. Se sentó frente a la computadora y comenzó a teclear. "Estoy escribiendo sobre todo lo que pasó en las vacaciones", advirtió. Mientras su mamá intercalaba llamados e intentaba responder mails. Trabajar fue una misión complicada aquella tarde. Entre las preguntas, pedidos y consultas permanentes de su pequeña, a la madre le quedó poco resto.
Pasó poco hasta que el padre llegó para rescatarlas: a la hija y a la madre. Eso sí, antes hicieron una escala en las máquinas de golosinas.
Pilar, de 5 años, es hija de Gonzalo, que se desempeña en finanzas, en las oficinas centrales de Metrovías. Ayer fue a trabajar con su papá e hizo todo el recorrido por ese universo subterráneo. Fueron al centro de operaciones y pasearon por toda la ciudad bajo tierra. Salieron a la superficie cerca del Luna Park. La pequeña no entendía cómo habían llegado tan lejos y tan rápido.
Para Ramiro, de 6 años, uno de los mejores planes de las vacaciones fue ir al laboratorio en el que trabaja su padre. Le hizo un dibujo y pronto intentó ser parte de ese fascinante mundillo de tubos de ensayo. Así fue que le enseñó a medir el ph de los líquidos. Midió el del agua, de una gaseosa y del café. Volvió feliz a su casa y le contó a la mamá la experiencia, con la emoción de quien descubre su misión en el mundo. Muchos padres, en tanto, celebran que hoy sea el último día de vacaciones.

http://www.lanacion.com.ar/1393224-ninos-en-el-trabajo-padres-en-apuros-

viernes, 3 de junio de 2011

NOTA EN UNO

UNO unamujer 7 Domingo 15 de mayo de 2011

El "otro" cariño de los abuelos

Ellos no tienen el peso

de la responsabilidad

de criar a sus nietos

por eso entablan una

relación única y

necesaria en el

crecimiento infantil

Eva Rotenberg

Especial*

Gentileza Carolina Baroffio

–¡Qué lindo tener abuelos! Son doble

de sabios que mamá y papá, porque

son sus padres!

–Me encanta ir a casa del abuelito

porque me cuenta historias de

hace mucho, mucho tiempo. Son las

historias de la familia que no conocí.

–Las fiestas son especiales cuando

estamos con los abu! Son tan

cariñosos...

Si bien en toda familia puede haber

malos recuerdos de tiempos

pasados en la infancia, es bueno no

traspasar esas cuentas pendientes a

los nietos. Los niños precisan del

vínculo tierno de sus abuelos. Las

fiestas son momentos propicios para

la transmisión de los valores familiares,

de repasar las anécdotas

infantiles y adolescentes de los pa

dres. Es mucho más fácil para los

abuelos, ya que no tienen el peso de

la responsabilidad de la crianza de

los niños. Pueden contar relatos familiares,

mostrar que los padres

también fueron niños e hicieron

travesuras.

De la ficción a la vida real

Recuerdo la obra de teatro El plato

de madera, que vi cuando era niña.

Se trataba de una familia que a

la hora de cenar al abuelo le servía

en un plato de madera porque “era

viejo y podía romper el de porcelana”.

Un día, la niña estaba jugando

con barro en el jardín y el padre le

preguntó: “¿Qué estás haciendo?”.

Y la niña respondió: “Estoy haciendo

tu plato para cuando seas viejito”.

El modo en que los adultos tratan

a sus padres es el modelo que les

dan a sus hijos para el día de mañana.

Es el modo de valorar los vínculos

o tratarlos como descartables.

Es bueno poder perdonar, es

bueno no repetir con los hijos lo que

se ha criticado de los padres. Puede

que los abuelos no hayan sido los

mejores padres, pero no por eso hay

que privar a los niños de tener abuelos

y a estos de la posibilidad de reparar

lo que han aprendido con la

vida. Más que comprar costosos regalos,

más que decir sólo palabras, hay

que dar lugar al sentir, al compromiso

con los seres cercanos que han

intentado sostenernos emocionalmente

y darnos una vida mejor que

la propia, aunque siempre pueda

haber algún reclamo.

Las enseñanzas se dan con los

hechos, no con regalos.

*Licenciada en psicología

evarot@hotmail.com

Miembro Didacta de la Asociación

Psicoanalítica Argentina

Directora de La Escuela para Padres

www.escuelaparapadres.net

MANIFIESTO

El Manifiesto de Buenos Aires: POR UN ABORDAJE SUBJETIVANTE DEL SUFRIMIENTO PSÍQUICO EN NIÑOS Y ADOLESCENTES, NO AL DSM

POR UN ABORDAJE SUBJETIVANTE DEL SUFRIMIENTO PSÍQUICO EN NIÑOS Y ADOLESCENTES, NO AL DSM

Los abajo firmantes, profesionales e instituciones, consideramos necesario tomar posición respecto a un aspecto clave de la defensa del derecho a la salud, en particular en el campo de la salud mental: la patologización y medicalización de la sociedad, en especial de los niños y adolescentes.
Sostenemos que la construcción de la subjetividad necesariamente refiere al contexto social e histórico en que se inscribe y que es un derecho de los niños, los adolescentes y sus familias ser escuchados y atendidos en la situación de padecimiento o sufrimiento psíquico.
Tal como planteamos ya en el Consenso de Expertos del Área de la Salud sobre el llamado "Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad" (2005): “hay una multiplicidad de "diagnósticos" psicopatológicos y de terapéuticas que simplifican las determinaciones de los trastornos infantiles y regresan a una concepción reduccionista de las problemáticas psicopatológicas y de su tratamiento”. Son enunciados descriptivos que se terminan transformando en enunciados identificatorios.
En ese sentido, un Manual como el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desordenes Mentales de la American Psychiatric Association en sus diferentes versiones), que no toma en cuenta la historia, ni los factores desencadenantes, ni lo que subyace a un comportamiento, obtura las posibilidades de pensar y de interrogarse sobre lo que le ocurre a un ser humano.
Esto atenta contra el derecho a la salud, porque cuando se confunden signos con patologías se dificulta la realización del tratamiento adecuado para cada paciente.
A la vez, con el argumento de una supuesta posición ateórica, el DSM responde a la teoría de que lo observable y cuantificable pueden dar cuenta del funcionamiento humano, desconociendo la profundidad y complejidad del mismo, así como las circunstancias histórico-sociales en las que pueden suscitarse ciertas conductas.
Más grave aún, tiene la pretensión de hegemonizar prácticas que son funcionales a intereses que poco tienen que ver con los derechos de los niños y sus familias.
En esta línea, alertamos tanto sobre el contenido como sobre el impacto, que en el campo de la salud mental, tienen el DSM IV TR o el DSM V en preparación. Presentados inicialmente como manuales estadísticos a los fines de una epidemiología tradicional, en las últimas décadas han ocupado el lugar de la definición, rotulación y principal referencia diagnóstica de procesos de padecimiento mental.
Con el formato de clasificaciones y recetas con título de urgencia, eficiencia y pragmatismo se soslayan las determinaciones intra e intersubjetivas del sufrimiento psíquico.
Consideramos que es fundamental diagnosticar, a partir de un análisis detallado de lo que el sujeto dice, de sus producciones y de su historia. Desde esta perspectiva el diagnóstico es algo muy diferente a poner un rótulo; es un proceso que se va construyendo a lo largo del tiempo y que puede tener variaciones (porque todos vamos sufriendo transformaciones).
En relación a los niños y a los adolescentes, esto cobra una relevancia fundamental. Es central tener en cuenta las vicisitudes de la constitución subjetiva y el tránsito complejo que supone siempre la infancia y la adolescencia así como la incidencia del contexto. Existen así estructuraciones y reestructuraciones sucesivas que van determinando un recorrido en el que se suceden cambios, progresiones y retrocesos. Las adquisiciones se van dando en un tiempo que no es estrictamente cronológico.
Es por esto que los diagnósticos dados como rótulos pueden ser claramente nocivos para el desarrollo psiquico de un niño, en tanto lo deja siendo un “trastorno” de por vida.
De este modo, se borra la historia de un niño o de un adolescente y se niega el futuro como diferencia.
El sufrimiento infantil suele ser desestimado por los adultos y muchas veces se ubica la patología allí donde hay funcionamientos que molestan o angustian, dejando de lado lo que el niño siente. Es frecuente así que se ubiquen como patológicas conductas que corresponden a momentos en el desarrollo infantil, mientras se resta trascendencia a otras que implican un fuerte malestar para el niño mismo.
A la vez, suponer que diagnosticar es nominar nos lleva a un camino muy poco riguroso, porque desconoce la variabilidad de las determinaciones de lo nominado.
Asimismo, las clasificaciones tienden a agrupar problemas muy diferentes sólo porque su presentación es similar.
El DSM parte de la idea de que una agrupación de síntomas y signos observables, que podemos describir, tiene de por sí entidad de enfermedad, una supuesta base “neurobiológica” que la explica y genes que, sin demasiadas pruebas veraces, la estarían causando.
El manual intenta sostener como “datos objetivos” lo que no son más que enumeraciones de conductas sin sostén teórico ni validación clínica. Es paradójico, porque una reunión de datos pasa a ser supuestamente el modelo que se pretende utilizar para dar cuenta de la patología psíquica, negando con esto toda exploración más profunda y obviando la incidencia del observador en la calificación de esas conductas.
Así, el movimiento de un niño puede ser considerado normal o patológico según quién sea el observador, tanto como el retraso en el lenguaje puede ser ubicado como “trastorno” específico o como síntoma de dificultades vinculares según quién esté “evaluando” a ese niño.
Esto se ha ido complicando a lo largo de los años. No es casual que el DSM-II cite 180 categorías diagnósticas; el DSM –IIIR, 292 y el DSM-IV más de 350. Por lo que se sabe hasta el momento, el DSM V, ya en preparación, planteará, gracias al empleo de un paradigma llamado “dimensional” muchos más “trastornos” y también nuevos “espectros” , de modo tal que todos podamos encontrarnos representados en uno de ellos.
Consideramos que este modo de clasificar no es ingenuo, que responde a intereses ideológicos y económicos y que su perspectiva, en apariencia “a-teorica”, no hace otra cosa que ocultar la ideología que subyace a este tipo de pensamiento, que es la concepción de un ser humano máquina, robotizado, con una subjetividad “aplanada”, al servicio de una sociedad que privilegia la “eficiencia”.
Esto también se expresa a través de los tratamientos que suelen recomendarse en función de ese modo de diagnosticar: medicación y tratamiento conductual, desconociendo nuevamente la incidencia del contexto y el modo complejo de inscribir, procesar y elaborar que tiene el ser humano.
En relación a la medicación, lo que está predominando es la medicalización de niños y adolescentes, en que se suele silenciar con una pastilla, conflictivas que muchas veces los exceden y que tienden a acallar pedidos de auxilio que no son escuchados como tales. Práctica que es muy diferente a la de medicar criteriosamente, “cuando no hay más remedio” en que se apunta a atenuar la incidencia desorganizante de ciertos síntomas mientras se promueve una estrategia de subjetivación que apunte a destrabar y potenciar, y no sólo suprimir. Un medicamento debe ser un recurso dentro de un abordaje inter disciplinario que tenga en cuenta las dimensiones epocales, institucionales familiares y singulares en juego.
Entonces, en lugar de rotular, consideramos que debemos pensar qué es lo que se pone en juego en cada uno de los síntomas que los niños y adolescentes presentan, teniendo en cuenta la singularidad de cada consulta y ubicando ese padecer en el contexto familiar, educacional y social en el que ese niño está inmerso.

Por consiguiente, los profesionales e instituciones abajo firmantes consideramos que:

1) Los malestares psíquicos son un resultado complejo de múltiples factores, entre los cuales las condiciones socio-culturales, la historia de cada sujeto, las vicisitudes de cada familia y los avatares del momento actual se combinan con factores constitucionales dando lugar a un resultado particular.

2) Toda consulta por un sujeto que sufre debe ser tomada en su singularidad.

3) Niños y adolescentes son sujetos en crecimiento, en proceso de cambio, de transformación. Están armando su historia en un momento particular, con progresiones y regresiones. Por consiguiente, ningún niño y ningún adolescente puede ser “etiquetado” como alguien que va a padecer una patología de por vida.

4) La idea de niñez y de adolescencia varía en los diferentes tiempos y espacios sociales. Y la producción de subjetividad es distinta en cada momento y en cada contexto.

5) Un etiquetamiento temprano, enmascarado de “diagnóstico” produce efectos que pueden condicionar el desarrollo de un niño, en tanto el niño se ve a sí mismo con la imagen que los otros le devuelven de sí, construye la representación de sí mismo a partir del espejo que los otros le ofertan. Y a su vez los padres y maestros lo mirarán con la imagen que los profesionales le den del niño. Por consiguiente un diagnóstico temprano puede orientar el camino de la cura de un sujeto o transformarse en invalidante. Esto implica una enorme responsabilidad para aquél que recibe la consulta por un niño.

6) Todos los niños y adolescentes merecen ser atendidos en su sufrimiento psíquico y que los adultos paliemos sus padecimientos. Para ello, todos, tan sólo por su condición ciudadana, deberían tener acceso a diferentes tratamientos, según sus necesidades, así como a la escucha de un adulto que pueda ayudarlo a encontrar caminos creativos frente a su padecer y a redes de adultos que puedan sostenerlo en los momentos difíciles.


(Este es un borrador escrito por el forumadd a ser discutido en el 3er Simposio Internacional sobre La patologización de la infancia: Intervenciones en la clínica y en las aulas, a realizarse los días 2, 3 y 4 de junio en Buenos Aires)

Firmas:
Leon Benasayag
José Cernadas
Gabriel Donzino
Gabriela Dueñas
Osvaldo Frizzera
Alicia Gamondi
Alicia Hasson
Elsa Kahansky
Ronny Kremenchusky
Beatriz Janin
Virginia López Casariego
Silvia Morici
Mabel Rodríguez Ponte
María Cristina Rojas
Rosa Silver
Gisela Untoiglich
Juan Vasen
Eva Rearte

El Manifiesto de Buenos Aires forma parte de la campaña Stop DSM. La recogida de firmas es conjunta con el Manifiesto de Barcelona.

http://stopdsm.blogspot.com/