viernes, 10 de agosto de 2007

Nota en revista Mïa sobre enuresis

Enuresis

Revista Mía
Julio 2007

Los chicos que mojan la cama

15 de cada 100 niños mayores de cinco años padecen enuresis, un trastorno de incontinencia urinaria. En la mayoría de los casos se relaciona con un factor emocional o psicológico. Existen diversos tratamientos exitosos.

Hacerse pis en la cama puede ser un episodio normal para un niño que acaba de dejar los pañales. Pero cuando el despertarse mojado se transforma en algo cotidiano muy probablemente estemos hablando de enuresis, un trastorno de la eliminación (involuntario e inconsciente) que afecta a unos 500.000 chicos del país. Según estadísticas, 15 de cada 100 niños mayores de 5 años la padecen, de los cuales sólo el 15% logra resolver su problema en forma espontánea sin tratamiento. O sea, que nueve de cada diez niños que hoy mojan la cama continuarán haciéndolo al año siguiente. Y a los quince años, al menos uno de cada cien adolescentes se sigue haciendo pis en la cama durante las noches. Sólo un 1-2% de los casos están vinculados a factores orgánicos.

La enuresis recién se puede detectar en la etapa en que el niño tiene edad para empezar a controlar sus esfínteres. Aunque lo más común es la incontinencia nocturna, también puede darse en forma diurna. Es de tipo primaria, cuando el niño mayor de cinco años nunca ha podido controlar la micción, y secundaria cuando tras un período de control (superior a 6 meses) vuelve a hacerse pis por la noche.

"La enuresis primaria tiene un origen orgánico, por una malformación congénita o por vejiga hiperactiva. Puede haber infecciones urinarias recurrentes que sean la causal de que el chico no pueda controlar su esfínter, porque tiene más irritada la vejiga y entonces es más fuerte la contracción de la vejiga que lo que puede controlar.

La enuresis secundaria también puede estar relacionada con una causa orgánica, aunque es más frecuente de un proceso emocional, como puede ser el nacimiento de un hermanito, el cambio de colegio o una mudanza. "La enuresis genera un trauma importante en el chico, por lo que es fundamental que el tratamiento se complemente con apoyo psicológico". afirma el Dr. Jorge Gómez Elías, especialista en Urología del hospital Álvarez y miembro de la Sociedad Argentina de Urología.

Qué pasa en el niño
El niño que sufre de incontinencia urinaria y amanece con la cama mojada suele sentir vergüenza y humillación por no poder controlar en forma voluntaria lo que le pasa. A menudo sufre de baja autoestima y se siente angustiado y deprimido. No quiere quedarse a dormir en la casa de un amigo, porque tiene pánico de mojar la cama y que se enteren. Si está en edad escolar, muchas veces padece la burla de otros chicos.

La enuresis arrastra en el niño un trauma importante, por lo que es fundamental encarar el tema con la ayuda de un terapeuta y la adecuada contención de los padres. Que deben tener presente que su apoyo fortalecerá la confianza en si mismo. "Hay algunos padres que quieren hacer todo muy bien, son muy autoexigentes y si su hijo se retrasa un poco, o aprende y luego vuelve para atrás lo viven como un fracaso personal, se sienten malos padres, viven la dificultad del nene persecutoriamente, sintiendo que revela su imperfección, haciéndoles revivir un conflicto infantil propio", afirma la licenciada Eva Rotenberg autora del libro "Hijos difíciles, padres desorientados, padres difíciles, hijos desorientados".

En ningún momento deben fastidiarse con el niño, ni tampoco sentirse frustrados como padres. Los castigos y las reprimendas, además de no ayudar, suelen empeorar el cuadro. Por lo que Rotenberg sostiene, que "para comprender el lenguaje de los síntomas solo es necesario estar comunicados con el hijo y no pensar que se los hace a propósito. Es importante detectar también qué expresa el síntoma en cada persona y familia. Hay que aclarar que no se trata de que los padres estén haciendo algo mal, sino que los hijos tienen sensaciones propias que generalmente pasan desapercibidas por el adulto". Por eso mismo es necesario abordar el tema con cautela. Antes de hacer un diagnóstico del problema se recomienda tener una charla con el niño y otra con los padres por separado. "Hablando con un chiquito – que nunca mienten- uno se entera de que, por ejemplo, como le apagan la luz todas las noches, no se anima a levantarse de su cama y se hace pis encima", comenta Jorge Gómez Elías.

Cómo se detecta
"Hay que determinar, en principio, que el chico no tenga infecciones urinarias", dice el Dr. Jorge Gómez Elías. El estudio urodinámico es uno de los principales que se hacen en cualquier tipo de incontinencia de orina, para determinar si la vejiga se contrae de manera involuntaria. Este es el motivo principal de la incontinencia de orina o de la enuresis secundaria. También es importante hacer una ecografía, para ver si tiene malformaciones en cuanto al árbol urinario, riñón o vejiga, y en algunos casos se hace un urograma excretor, que es una serie de radiografías donde se utiliza un medio de contraste, como el yodo, para determinar como está el árbol urinario en su totalidad, en base también a la funcionalidad del riñón.

Tratamiento
Hay un 15 % de los enuréticos que evolucionan solos sin ningún tipo de tratamiento. El resto requiere de un tratamiento médico, que se puede extender entre seis meses y un año. "El acetato de desmopresina (en spray nasal o comprimidos) suele ser uno de los medicamentos más eficaces para tratar la enuresis secundaria. Es una hormona antidiurética que se toma por las noches y genera en el niño una retención de líquido, por lo que disminuye el volumen de orina durante el sueño", sostiene el Dr. Jorge Gómez Elías. Otra opción es la oxibutinina, que actúa disminuyendo la contracción de la vejiga.

En Europa se usan también los antidepresivos triciclicos, como la imipramina, que aumentan la resistencia de la uretra. "En lo personal yo no estoy de acuerdo en darle un antidepresivo a un chiquito", remarca Gómez Elías.
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Nota en La Nación sobre "El temor a estar lejos de casa"

http://www.ppba.org.ar/articulos/nacion/nacion10.htm

DOMINGO 16 de mayo de 2004
Suplementos Revista Nota

Dossier de mayo para coleccionar / Los hijos y los miedos / Tercera entrega


El temor a estar lejos de casa


En la actualidad, los especialistas lo llaman trastorno de ansiedad por separación. Es el miedo excesivo que sufren algunos chicos cuando se alejan de sus padres o de los familiares con los que están más ligados. No querer ir al colegio o sufrir al quedarse en casas ajenas son dos de las situaciones típicas. Cómo ayudarlos a superarlo






En un grupo de la Escuela para Padres que dirige la psicoanalista Eva Rotenberg, una vez alguien dijo que siempre había querido que sus hijos fueran independientes y que no les costara separarse de sus padres. Por eso, agregó, les había dado el pecho sólo 15 días. Y que había intentado no estar demasiado tiempo con ellos por miedo a generar apego.
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Años más tarde, cuando sus hijos empezaron a ir al jardín y a interactuar con otros chicos de su edad, algo quedó demostrado: la fórmula no había funcionado como ella esperaba. En lugar de niños independientes y seguros, tenía hijos que vivían colgados de sus piernas, lloraban en el jardín de infantes cuando sus compañeros ya se habían adaptado y reclamaban la presencia de alguno de sus padres en los cumpleaños, mientras que los demás chicos se quedaban solos.
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"El desapego es todo lo contrario de lo que necesita un niño: genera dependencia y, luego, angustia de separación. Para que una persona se sienta bien cuando sea adulta, debe haber pasado por la etapa de simbiosis, que es normal y ocurre en los primeros meses de vida", explica Rotenberg.
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La angustia de separarse y el miedo de perder una fuente de seguridad (que puede estar encarnada por los padres o por otros seres queridos) es un sentimiento común de los seres humanos. Pero los niños lo expresan abiertamente y sin pudor.
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Si hay que atenerse al diccionario, el trastorno de ansiedad por separación es la preocupación o el temor excesivos de ser separados de familiares o personas con las cuales el niño está ligado afectivamente.
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Martín, de ocho años, no quiere ir al colegio ni quedarse a jugar en la casa de sus amiguitos. Se abraza a su mamá y le dice que tiene miedo de no volver a verla o de que "a vos te pase algo malo mientras yo no estoy".
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Según los especialistas, todos los niños y adolescentes experimentan algún grado de ansiedad. Es una parte normal del crecimiento. Sin embargo, cuando la preocupación y los temores ante la separación del hogar o de la familia no son apropiados para la edad, puede tratarse de un trastorno de ansiedad de separación.
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El diagnóstico
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Mailén, de dos años, es traviesa y le encanta investigar todo. Pero cuando siente que su mamá está lejos, es mejor taparse los oídos. Este año, Mailén empezó a ir al jardín maternal, pero su mamá la tuvo que acompañar los dos primeros meses de clases y sólo entonces comenzó a cumplir el horario completo de tres horas; hasta ese momento, era todo llanto y angustia.
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Desde bebita, Mailén se acostumbró a dormir sola porque sus padres pensaban que de otro modo se iba a acostumbrar mal. Eso le costaba, todas las noches, horas de llanto. Además, tomó la teta apenas hasta el tercer mes, por decisión de su mamá, y estuvo a upa con cuentagotas porque sus padres creían que tenerla en brazos perjudicaría su independencia futura.
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"Una de las fantasías más comunes de los padres es el temor a convertirse en eternos esclavos de los hijos. Sin embargo, el ser tenido en brazos es una necesidad tan importante para los bebes como sus requerimientos fisiológicos", señala la psicóloga Cora Rosenzvit.
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"En los primeros meses de vida -continúa la especialista-, levantarlos, hablarles y acariciarlos es una de las maneras más importantes que tienen los padres de demostrar amor por su hijito. La presencia constante de los adultos, intensiva al principio, va a crear en el niño la confianza básica de que no está solo, librado a fuerzas desconocidas, y de que sus necesidades van a ser satisfechas en algún momento. Si esta confianza básica no se logra establecer, cada ausencia o frustración va a ser vivida con intensa angustia y sensación de abandono."
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El afecto
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Se estima que un 4 por ciento de los niños pequeños sufre el trastorno de ansiedad por separación, mientras que la cifra para adolescentes es algo menor. Los hijos de padres que padecen el mismo problema son más propensos a sufrirlo.
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Según un informe del Martin Memorial Health Systems, para el diagnóstico de trastorno de ansiedad por separación, los síntomas de temor (ante la lejanía de algún miembro de la familia) deben durar por lo menos cuatro semanas.
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Diversos estudios indican que el trastorno afecta por igual a varones y mujeres. Los primeros síntomas suelen aparecer alrededor de tercero o cuarto grado y, en general, ocurren después de las vacaciones o de una enfermedad prolongada.
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Se cree que hay factores biológicos, familiares y ambientales que contribuyen a su desarrollo. De hecho, actualmente se está estudiando si un desequilibrio entre dos transmisores químicos del cerebro (norepinefrina y serotonina) interviene en los trastornos de ansiedad.
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Algunos chicos heredan una tendencia a ser ansiosos. Pero el temor y la ansiedad también pueden ser aprendidos de miembros de la familia u otras personas que manifiesten con frecuencia esos sentimientos en relación con el niño.
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"No se trata de niños con problemas, sino de familias con problemas -dice la psicoanalista Alicia Díaz Farina, directora de Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires-. Estos trastornos son llamados de atención para que en las familias puedan plantearse preguntas tales como: ¿qué significa para los papás tener un hijo?, ¿cuáles son sus historias familiares respecto de la maternidad o la paternidad?, ¿en qué situación familiar llega este hijo al mundo?"
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Los síntomas del trastorno de ansiedad de separación (ver recuadro) pueden parecerse a los de otros problemas psiquiátricos. Siempre es necesario consultar al médico para que haga un diagnóstico.
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En general, los niños con este trastorno manifiestan temor excesivo a que sus padres mueran o desaparezcan, no pueden dormir sin la presencia en el cuarto de un familiar y presentan malestares físicos (dolor de estómago, náuseas, vómitos, dolor de cabeza) ante la inminencia de separación.
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Según los especialistas, hay causas externas que hoy incrementan la incertidumbre y la angustia de los niños: padres que permanecen mucho tiempo fuera de casa, inseguridad en la calle, un entorno poco amigable en el jardín de infantes. Pero estas situaciones no son la causa de los temores, sino agravantes circunstanciales.
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Cómo evitarlo
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"Seguridad en sí mismo es lo primero que el niño necesita para formar su identidad. Esa seguridad la obtiene del marco afectivo que le dan sus seres más cercanos, es decir del apego -explica Juan Manuel Bulacio, director del Instituto de Ciencias Cognitivas-. En los trastornos de angustia de separación existe alguna inseguridad en relación con las figuras de apego; es decir, el niño siente que su base no es segura y por lo tanto quiere permanecer cerca de ella por temor a perderla."
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Un dramático ejemplo de la importancia del afecto es el resultado de una famosa investigación coordinada a lo largo de treinta años por el psicólogo austríaco René Spitz. Este estudio se basó en la observación de cientos de bebes en diversas guarderías.
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Se trataba de nenes cuyas madres, solteras o divorciadas y de nivel socioeconómico bajo, no podían hacerse cargo de ellos. En estos centros, cada enfermera tenía a su cargo a diez bebes, por lo que cada uno obtenía, en el mejor de los casos, una décima parte del tiempo de la enfermera, es decir, una décima parte de los cuidados que le hubiera dado una madre.
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Como agravante de la carencia afectiva, era común que las enfermeras colgaran sábanas entre las camitas, aislando al niño del mundo y de los otros cubículos.
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Todos los niños observados tenían buena relación con sus madres, las que los visitaban frecuentemente. Pero en cierto momento, entre el sexto y el octavo mes, fueron privados de ellas, por diversas razones, durante tres meses.
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Como consecuencia de la separación, los bebes desarrollaban una conducta lloriqueante que después de un tiempo daba paso al retraimiento. Solían desviar la mirada cuando alguien se acercaba, se negaban a participar en actividades que se les proponían, perdían peso, sufrían de insomnio y tenían resfríos recurrentes.
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Cuando la separación de la madre excedía los cinco meses durante el primer año de vida, los síntomas iban empeorando. Los niños quedaban postrados boca arriba en su cama y la pérdida de apetito y la propensión al aumento de las infecciones llevaban a un porcentaje tristemente elevado de muertes si la privación afectiva continuaba en el segundo año de vida.
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Este es un ejemplo dolorosamente extremo de cómo el ser humano necesita del contacto afectivo para vivir. No alcanza sólo con alimento y cuidados higiénicos. La falta de afecto puede derivar en problemas como el trastorno de ansiedad de separación u otros mayores.
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"Si la separación temprana de la madre es indispensable por razones económicas o laborales, debe tratarse de que el bebe quede acompañado, en la familiaridad de su casa, y en la medida de lo posible evitar el anonimato de la guardería", opina el doctor Jorge Franco, médico psiquiatra y jefe de consultorios externos de Salud Mental del Hospital de Clínicas.
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"Se deben diferenciar los problemas eventuales de angustia ante la separación de los padres -como dificultad para quedarse en el colegio o en casa de familiares o amigos cuando se puede reconocer el motivo que origina el conflicto- de aquellos casos en los que el chico nunca pudo dormir fuera de su casa, que exige la presencia de la madre en un cumpleaños de un amiguito, mientras que ninguno de sus compañeros está acompañado", agrega Franco.
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La maduración en la infancia es muy variable y depende de muchos factores. La necesidad de presencia y cercanía física de la madre o de un sustituto con función materna debe ir menguando con la edad, pero si no se constituye la confianza básica en el niño, que es su certeza de ser querido y protegido, aumenta su inseguridad juntamente con exigencias y demanda de atención.
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"Alrededor de los tres años, el niño ya puede separarse porque ha internalizado la figura de los padres y cuando se separa por un tiempo los tiene adentro. Como a esta edad ya les ha perdido el miedo a los desconocidos, hay que enseñarle ciertas pautas para que pueda comenzar a cuidarse; por ejemplo, que no se vaya nunca con un desconocido por más amable que sea", dice Eva Rotenberg.
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El tratamiento
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"Para la terapéutica deben investigarse los factores biológicos del niño, las características psicológicas de sus padres, la relación afectiva de la pareja, el vínculo con los hermanos y con las personas que lo cuidan en ausencia de los padres y la situación socioambiental en la que se desarrolla el niño", dice Franco.
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El tratamiento específico del trastorno de ansiedad de separación será determinado por el médico, pero en general estos problemas pueden ser tratados eficazmente.
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Las recomendaciones de tratamiento pueden incluir terapia psicológica para el niño o el adolescente, centrada en ayudarlos a aprender habilidades para manejar su ansiedad y dominar las situaciones que contribuyen a generar esa ansiedad.
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Algunos niños también se benefician del tratamiento con medicamentos antidepresivos o contra la ansiedad.
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En todos los casos, los padres tienen un vital papel de apoyo en el proceso del tratamiento; por eso, los especialistas recomiendan la terapia familiar, además de mantener un canal de consulta asiduo con la escuela a la que el niño concurre a diario.
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Por Valeria Burrieza
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Algunos síntomas
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Según la Academia Americana de Psiquiatría Pediátrica y Adolescente (Aacap), los niños con ansiedad de separación pueden:
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Sentirse inseguros si se quedan solos en su cuarto.
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Demostrar apego excesivo.
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Manifestar temor de ir a la escuela.
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Sentir preocupación o temor excesivos acerca de sus padres.
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Ser la sombra de su madre o de su padre en la casa.
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Tener dificultad para dormirse.
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Tener pesadillas.
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Sentir temor exagerado por los animales, los monstruos y los ladrones.
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Temer quedarse solos en la oscuridad.
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Tener rabietas cuando se los obliga a ir a la escuela.
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Protagonistas
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Estos son dos casos típicos relatados a la Revista por padres y profesionales:
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Quiere ir a dormir a la casa de Tomás, pero tiene miedo. Se arma de coraje y decide ir, pero cuando oscurece empieza a extrañar a su mamá. Aunque le da vergüenza, llora frente a su amiguito y pide desesperado que lo lleven a su casa. Cuando finalmente llega, está de mal humor, se enoja con todos y no puede dormirse.
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Agustín, de 10 años.
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Llora cuando llega la hora de ir a la escuela. Dice que se siente mal, que su corazón late muy fuerte, le transpiran las manos, le falta el aire y le dice a su mamá que tiene miedo de morirse. Muchas veces, la excusa de que le duele la panza se anticipa al momento de los preparativos para el colegio y su mamá, cansada de lidiar todos los días con la misma situación, a veces deja que se quede en la cama.
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Belén, de 12 años
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Datos útiles
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American Academy of Child and Adolescent Psychiatry: http://www.aacap.com/
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Asociación Argentina de Trastornos de la Ansiedad: http://www.ansiedad-aata.org/
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Escuela para Padres: http://www.escuelaparapadres.net/
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Martin Memorial Health Systems: http://www.mmhs.com/

Nota sobre Padres e Hijos en diario La Capital de Mar del Plata

Eva Rotenberg, psicoanalista y autora de "Hijos difíciles, padres desorientados"

"Los padres que desarrollan el potencial afectivo se pueden conectar con los hijos"

Fundó una "Escuela para padres" con el fin de acompañar a los adultos en la crianza de los hijos. Propone que los mayores estén atentos a los síntomas que puedan generar futuros conflictos. Habla de cómo prevenirlos y de la necesidad de que el discurso paterno coincida con la acción.


(Diario La Capital de Mar del Plata)

18.06.07

por Paola Galano
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paolagalano@lacapitalmdq.com.ar

Dicha a modo de resignación, una vieja frase resume el espíritu que reina entre los mayores que conviven con hijos pequeños o adolescentes: "Nadie te enseña a ser padre". El dicho aparece frente a situaciones que suelen dejar a los padres sin respuestas: hijos que no se quieren bañar, que no cumplen con las tareas escolares, que sienten miedos diversos o tienen fobias, adolescentes que viven en una sempiterna guerra con sus padres, jóvenes que terminan el secundario y no saben qué hacer con sus vidas, entre muchos otros...
Para que los padres puedan anticiparse a estas complicadas situaciones que se viven puertas para adentro, la psicoanalista Eva Rotenberg, autora del libro "Hijos difíciles, padres desorientados", propone detectar a tiempo los síntomas de los futuros conflictos y evitar que estos dilemas, por pequeños que sean, terminen siendo gigantes y conviertan al hijo en una persona con serias dificultades para enfrentar el mundo.
Desde su "Escuela para padres" que montó en Buenos Aires, la especialista que tiene más de veinte años de experiencia en temas de familia propone "ayudar a los padres a resolver los problemas a medida que se vayan generando", señala en una entrevista telefónica con LA CAPITAL. "Porque todos los seres humanos tenemos problemas, lo que enferma es la respuesta que los padres les dan a los problemas de los hijos".
Y agrega: "La angustia es inherente al ser humano, los miedos los puede tener cualquier chico y son normales, pero hay que ver qué es lo que pasa en la familia con estas situaciones de los hijos: si les gritan, si los asustan más, si los padres se pelean o si se enojan porque el chico no es valiente o si lo tranquilizan. De acuerdo a la respuesta de los padres se lo va a tranquilizar o se lo va a enfermar más. Una persona psicótica es una persona que fue normal, que nació normal y que el medio familiar fue enfermando. Porque la enfermedad mental no es algo localizado en la cabeza, se genera en los vínculos. Hay vínculos que enloquecen y hay vínculos que ayudan al crecimiento mental".
- ¿Cómo ve a los padres?
- Se sienten muy solos con toda las responsabilidades que tienen, tanto el hombre como la mujer tienen que trabajar, llevar adelante la economía y la familia. Y los hijos son una gran responsabilidad. Por un lado se sienten con mucha exigencia y por otro con muchas ganas de divertirse, porque hay como una tendencia a que la vida pasa rápido y hay que divertirse. Ojo, es sano divertirse, pero creo que el exceso de irresponsabilidad termina en una descarga reactiva: en eso de "hagamos lo que se nos cante" y si tienen que dejar a los chicos en cualquier lado los dejan, como una cuestión reactiva a la sobreexigencia, como una válvula de escape.
- ¿Qué inquietud la llevó a abrir una escuela para padres?
- Dos motivos, uno personal y otro profesional. El personal porque crié tres hijos que ahora son hombres, pero cuando eran chicos no tenía a quién consultar, porque los modelos que yo tenía no eran los que me gustaban, a pesar de que mis padres fueron divinos. El pediatra no sabe mucho de lo emocional y sólo da pautas. Y a los psicoanalistas la gente los consulta cuando tiene un conflicto ya instalado, pero no había un espacio donde acompañar a los padres en el crecimiento de sus hijos. Yo suelo atender patologías mentales severas: cuando la gente viene con un hijo psicótico o drogadicto se lo ayuda y se lo puede cambiar pero ese proceso tarda años y se pierde tiempo de la vida de las personas. Por eso decidí que mi equipo de profesionales acompañara a los padres en la crianza.

Mensajes no hablados

- ¿Existe una desconexión entre los padres y los hijos?
- Hay un tema generacional, hay una brecha generacional, eso siempre fue así, pero los padres que tienen desarrollado el potencial afectivo se pueden conectar con los hijos. En cambio hay padres que tienen una vida muy difícil, que para sentirse más fuertes tratan de no sentir, porque el no sentir les sirve en el mundo laboral. Y en la familia eso no sirve.
- ¿El potencial afectivo se agota en los besos y expresiones de amor?
- Un padre o una madre les pueden decir a los hijos que los quieren, que son lo más importante del mundo, que son inteligentes, pero hay mamás que se preguntan "cómo mi hijo se puede sentir tan desvalorizado si le digo todas esas cosas". Esa misma señora pone cara de impaciencia y hace gestos cuando su hija intenta atarse los cordones, de acuerdo a un ejemplo que cito en mi libro. Entonces la nena se siente tonta. La confianza en uno mismo y la autoestima no se siente por lo que los padres dicen sino por las actitudes, se da por un mensaje que no es solamente hablado.
- ¿Es el metalenguaje?
- Si coincide el metalenguaje con el lenguaje y con la expresión de cariño ahí hay una sintonía, crece un chico sano y es una familia armónica. La formación del sí mismo se genera a través del inconsciente, no a través de lo que los padres dicen sino de lo que los padres sienten y transmiten.
- En su libro habla de la importancia de la prevención. ¿Hay alguna forma de prevenir los conflictos familiares?
- Sí, primero no pensar que los chicos les hacen las cosas a propósito a los padres. Cuando los padres piensan eso empiezan a reaccionar reactivamente y a imponerse de modo autoritario y se acrecienta el malestar. Hay que cuidar la cabeza porque una vez que alguien tiene un brote psicótico es difícil volver para atrás. No es cuestión de imponerse, de querer tener razón y de que el chico obedezca a la fuerza. Es un arte, los padres tienen que hacer que los chicos obedezcan con un buen clima, sin regalos ni recompensas pero por amor, un chico que se siente querido hace caso por amor, porque tiene miedo que el padre no lo quiera. Cuando el chico le perdió respeto al padre es porque hay algo mal. Y en ese caso es bueno consultar. Es mejor una consulta temprana que cuando los hijos tienen 18 y ya tienen una autonomía instalada.

Prevenir desde el nacimiento

Un chico que viene con una infancia con conflictos podría desarrollar en su adolescencia un brote psicótico, señala Rotenberg. "En lunfardo, significa que se rayó, que tuvo una ruptura con el orden lógico, y ya no le importa nada. Recuperar eso lleva años de tratamiento".
La psicoanalista indica que en la adolescencia los problemas de vieja data se acrecientan debido a que el chico se tiene que "enfrentar con el mundo adulto", lo que implica "hacerse cargo de sí mismo, de la sexualidad, del trabajo, de la economía y si no siente que tiene recursos internos se da cuenta de que no puede y ahí se arma".
Para que la adolescencia se transite con la menor cantidad de problemas, Rotenberg sugiere una buena infancia. "La adolescencia empieza en el nacimiento, no a los 15 años, por eso es necesario que los padres vayan registrando los síntomas, esa es la mejor prevención", señala.
Entre los síntomas que la psicoanalista destaca como llamados de atención se encuentran, cuando son bebés, "los problemas de alimentación, de insomnio, de llanto continuado o los casos en que un chico no puede jugar solo o no se lleva bien con los compañeros del jardín. Y durante la primaria los chicos que no le hacen caso a la maestra y los que no se hacen responsables, los que no se quieren levantar a bañar ni se visten solos. Eso no es normal", señala.

Las consultas más comunes

"No hay un solo motivo de consulta", cuenta Rotenberg a partir de la experiencia adquirida en su "Escuela para Padres". "Los miedos son un motivo muy frecuente. Hay padres que tienen miedo a los hijos adolescentes, pero durante la primera infancia muchos chicos le tienen miedo a la noche o a la oscuridad. Otro punto es el de la agresividad, el caso de chicos de los que los maestros se quejan porque son agresivos. También se ve una falta de adaptación a otros chicos, problemas de aprendizaje y chicos obsesos. Y en la adolescencia, específicamente el problema de la droga. Cuando terminan la secundaria, muchos no saben qué estudiar y a otros les cuesta poder terminar la secundaria", cuenta.

Adopción: El nido anhelado.


lunes, 30 de julio de 2007

8 de agosto: PRESENTACION DEL LIBRO "HIJOS DIFICILES PADRES DESORIENTADOS. PADRES DIFICILES HIJOS DESORIENTADOS" EN LA BOUTIQUE DEL LIBRO, SAN ISIDRO


Nota en La Nación sobre el libro "Hijos difíciles- Padres desorientados. Padres difíciles- Hijos desorientados"

La Nación
Suplemento Cultura

Bibliografía

Vínculos filiales

HIJOS DIFICILES, PADRES DESORIENTADOS. PADRES DIFICILES, HIJOS DESORIENTADOS
Por Eva Rotenberg-(Lugar)-286 páginas-($ 36)

Domingo 22 de julio de 2007 Publicado en la Edición impresa

Hijos difíciles-padres desorientados. Padres difíciles-padres desorientados , de Eva Rotenberg, revela los años de experiencia clínica e investigación teórica de la autora, además de una amplia formación en los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar, creados por el doctor Jorge García Badaracco, y en su Escuela para Padres.

Uno de los objetivos de la obra es "poder establecer relaciones que sirvan para que las personas puedan utilizarlas para sí mismas y no como poderes rectificadores y controladores". La idea es que este libro les permita pensar en sí mismos en relación a los otros, y pueda servir también para desarrollar la "virtualidad sana" de cada lector.

Eva Rotenberg reconoce los aportes de Frida Fromm-Reichmann, que en 1948 describió a las madres esquizo-frenógenas, agresivas, dominantes, inseguras y rechazantes, y por contraste a los padres ausentes e inadecuados que enferman a sus hijos. Todos estos aportes al psicoanálisis con las familias, que comenzaron en la década del 50 -con Pichon-Rivière, Margaret Mahler, Anna Freud, entre otros -, pueden considerarse aspectos parciales, como si la familia no constituyera una totalidad.

Aunque Rotenberg señala que estas teorías fueron muy revolucionarias en los años 50 y 60, porque pusieron el acento en la dinámica vincular entre las relaciones familiares, fue recién a partir de su asistencia a los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar, y a su encuentro con García Badaracco, que pudo ver en vivo y en directo la dinámica familiar patógena. Vio también cómo madres aparentemente "encantadoras" enfermaban a sus hijos. Para su sorpresa descubrió que estos padres sufrían mucho y realmente no sabían cómo ayudar a sus hijos.

La autora añade que no podía entender cómo se sometía a los niños a largos años de terapia sin trabajar con los padres. Trabajar únicamente con los hijos resultó una tarea dolorosa, pues, a medida que éstos iban cambiando, se iban dando cuenta de que sus padres no realizaban el mismo cambio. Es más, sentían que si cambiaban corrían el riesgo de ser rechazados por su propia familia. Quedaban así atrapados en un círculo vicioso. Todo esto la llevó a crear una Escuela para Padres. A partir del Psicoanálisis Multifamiliar permitió que estos padres pudieran sentirse acompañados en ese proceso y pudieran también pasar por experiencias enriquecedoras y gratificantes, simultáneamente con sus hijos.

El texto transmite sus ideas de manera eficaz. Despierta vivencias, y resulta terapéutico, porque uno va descubriendo lo que hizo y no hizo con sus propios hijos, y lo que hicieron y no hicieron nuestros padres , con las mejoras intenciones, con nosotros.

El libro, a través de relatos vivenciales, permitirá a muchos lectores abrir espacios mentales para que los padres puedan descubrir por sí mismos las dificultades que tienen o han tenido. Como dice Rotenberg, los padres pueden darle consejos a sus hijos, pero si no les transmiten la alegría de vivir, y no dan el espacio para que ellos lo experimenten, las palabras pierdan sentido.

El índice de este libro es pormenorizado y no deja nada afuera: qué significa tener un hijo; la función de los abuelos, de la familia; la construcción de la mente del niño, el llanto, las pataletas, los miedos, la angustia de la separación, el significado de los límites.

La autora parte del hecho de que las interdependencias recíprocas comienzan desde antes del nacimiento mismo. Hasta hace poco se pensaba que el bebe era "completamente pasivo y que funcionaba a nivel biológico sin estar conectado por el medio". Actualmente se considera a la madre y al bebe como una díada en la cual ambos interactúan influyendo activamente uno sobre otro. La autora dice, por ejemplo, que la mirada de los padres sobre el hijo tiene un poder muy fuerte sobre éste e influirá como una "marca" en el modo que podrá "mirarse a sí mismo". Aporta una observación fundamental que, en cierto modo, vale para toda la vida. Se sabe que los pacientes mentales que sufren mucho se sienten muy pertubados por ser mirados como "enfermos" o como "locos" por sus padres.

El libro propone comprender y acompañar a los padres en el crecimiento y asistencia de su hijo. Sostiene que en el momento de separación del hijo, vivido con más angustias y dificultades por los padres de lo que parece, se puede descubrir que ser autónomo no equivale a ser egoísta, que en este enfoque simultáneo de ayudar a padres e hijos, los padres también van a ir desarrollando recursos propios para sentir la angustia de separación, no como una muerte, sino como un proceso que tiene que darse naturalmente.

María Elisa Mitre

lunes, 2 de julio de 2007

Fotos (2) de la presentación del libro de Eva Rotenberg en la APA


De izq. a der.: Lic. Noemí Lustgarten de Canteros, Lic. María Elisa Mitre y Lic. Eva Rotenberg.



Luego de la presentación, hubo tiempo para hacer un brindis...


Y comer unos calentitos.


Fotos de la presentación del libro de Eva Rotenberg en la APA


De izq a der.: Lic. María Elisa Mitre, Doctor Jorge García Badaracco, Lic. Eva Rotenberg y Lic. Noemí Lustgarten de Canteros en la presentación del libro "Hijos difíciles Padres desorientados. Padres difíciles Hijos desorientados" realizada en la Asociación Psicoanalítica Argentina, el 13 de junio de 2007.


Luego de la presentación, varios de los asistentes se acercaron a saludar y felicitar a Eva.

domingo, 1 de julio de 2007

El rol de los abuelos (Nota del periódico "La Cita")

Nota publicada en el periódico "La Cita" que se distribuye en las sucursales de los Bancos Banex y Supervielle de todo el país. Fecha de publicación: Mayo de 2007.


El rol de los abuelos

Escribe la Licenciada Eva Rotenberg *


Los abuelos son las raíces de los vínculos y los verdaderos transmisores de los valores familiares. Cuando los abuelos faltan o no cumplen su rol de abuelos, la sensación de pérdida y desamparo que sienten los padres llega inclusive hasta los nietos.
Ser abuelo es tener una segunda oportunidad en la vida. Como padres se han tenido responsabilidades y quizá, miedos. Los abuelos no tienen la exigencia interna de criar a los niños con herramientas para la vida, entonces se pueden relajar y ser menos severos.
Pero ante distintas circunstancias de la vida, los vínculos familiares se alteran y no son aquellos que se hubiera querido tener con hijos y nietos. En ese contexto, suelen aparecer distorsiones en el rol de los abuelos:
* Cuando se sienten desvalorizados porque piensan que, por algún motivo, “han fallado” y no se autorizan internamente a si mismos. Es decir, quizá no van a visitar a sus nietos para "no molestar" a los hijos/nuera/yerno sin darse cuenta de que, aunque estén peleados, ellos los precisan en el rol de abuelos.
* Cuando en lugar de ayudar y disfrutar a los nietos, descalifican a su hijo, hija o nuera y se sienten más aptos para educar a los niños que los propios padres. Entonces entran en una competencia inconsciente con ellos. Se pierde así la riqueza de lo que podrían aportar y los nietos quedan sin abuelos y sin padres, ya que los padres, al ser descalificados, dejan de ser respetados.
* Los abuelos pueden creer que “ya no tienen qué aportar” y se pueden sentir “una carga”. Siempre hay algo para aportar, la crianza y el aprendizaje dura tanto como la vida de cada uno. A cada edad se aprende. Inclusive en la tercera edad, el ser abuelos, es un nuevo aprendizaje.
* Puede suceder que se instale una competencia en la pareja de padres y se transmita a los abuelos ideas o comentarios como: “tal abuelo es más cariñoso” o “tal abuela es menos permisiva”. También puede ocurrir que la competencia entre las parejas de abuelos se traslade a la pareja de padres. En mi experiencia, esto corroe al matrimonio y perjudica la infancia de los hijos. El sostener la rivalidad frecuentemente impide pensar en los seres queridos. No se trata de “no querer pensar”, sino de “no poder pensar”, por motivos que surgen de las historias de vida de cada uno.
* Están aquellos abuelos quienes, sin proponérselo, deben cumplir el rol de padres porque los hijos delegan en ellos y jamás dejarían “abandonados a sus nietos”. Es una sobre exigencia para ellos, pero también puede ser un motivo para seguir viviendo.
Ejercer de manera saludable el rol de abuelos implica:
* Sentirse orgullosos de sus nietos y poder relacionarse bien con ellos, al mismo tiempo que se reparan historias personales pasadas o se disfruta de ver coronado el esfuerzo de toda la vida.
* Cuando se es abuelo no se es un viejo, porque los abuelos están activos en el vínculo, tienen qué transmitir y tienen motivos para disfrutar. El viejo es el que ve el final y no puede valorar aquello que vendrá luego, es decir, lo que ha sembrado. El viejo es el que acentúa los achaques y el sufrimiento del cuerpo y no el renacimiento del juego y el cariño de la infancia.

¡¡Tener a los padres y a los abuelos es lo más grande que hay!!

* Psicóloga, psicoanalista y directora de la Escuela para Padres. Teléfono: (011) 4803-6454. En internet: http://www.escuelaparapadres.net

jueves, 24 de mayo de 2007

Nota de Revista 23, sobre el nuevo libro de Eva Rotenberg



Nota de Infobae sobre "El hijo del medio"

Infobae.com
23 de mayo


El hermano del medio, ¿lleva las de perder?

Por Valeria Chavez Infobae.com


Parece ser que son los mismos "perjudicados" los que echaron a correr el rumor, porque los profesionales tienen otra teoría. Una psicóloga aseguró a Infobae.com que "cada lugar tiene su dificultad".


Lo que generalmente ocurre es que el mayor es el único "mayor", el menor, el "único menor", pero el o los del medio no tienen un lugar definido.

Así lo explicó la psicóloga y psicoanalista Eva Rotenberg, para quien uno de los pocos "perjuicios" que conlleva la ubicación es que el del medio "no es ni mayor ni tiene las ventajas o los mimos del menor".

La profesional es la creadora y directora de la Escuela para Padres y explicó a Infobae.com que, además de la ubicación, el sexo es otro de los determinantes de las relaciones entre los hermanos. Así, si hay un único varón o nena tendrá un lugar especial porque es "exclusivo".

Rotenberg explicó que "para construir la identidad, uno tiene que ser visto por otros que otorguen significado y en esto los padres juegan un rol esencial". Por lo que si un hijo pasa desapercibido "le resultará difícil formar su identidad".

"El Yo se estructura en relación con la mirada del espejo; el primer espejo es la mirada de la madre", explicó la profesional, quien agregó: "La madre es representante del papá y de la cultura (los valores); según cómo ella lo ´mire´ y lo que le transmita le dará significado".

¿Cómo deben actuar los padres?
Los progenitores tienen la nada fácil tarea de "desarrollar herramientas internas en los hijos"; deben ayudar y acompañar la crianza de manera tal que ellos desplieguen su potencial como sujetos.

En ese contexto, Rotenberg detalló que "tanto si no lo tienen en cuenta, así como si lo llenan de ansiedades el resultado va a ser que no va a desarrollar bien su potencial interno. "Es importante que la madre lo pueda ver (que lo vea a él: conozca sus tiempos y deseos) y acepten las características con que nace cada hijo".

Es por eso que la psicóloga insistió en que las "dificultades" no dependen tanto del lugar que ocupe el hijo en la escala de "edades" sino también del sexo y las circunstancias de la vida.

Para Rotenberg hay muchas situaciones que se deben tener en cuenta: "quizá cuando nace un hijo los padres están en mejor situación emocional que cuando nacen los otros".

En ese sentido, la profesional destacó que el hecho de que el menor goce de los "privilegios" y "mimos" que implican ser el "más chiquito", pueden llegar a jugarle en contra y –por ejemplo- costarle socializar o competir por un puesto laboral por la simple causa de que siempre fue el "protegido de la casa".

"Salir del rótulo de los padres es muy difícil", remarcó la profesional.

Lo mismo ocurrirá con el mayor, que siempre será visto como el "grande" (aunque tenga dos años, si el segundo nació muy "cerca", pasará a ser el mayor a una edad en que no debería ser considerado como tal).

Rotenberg, que acaba de publicar su libro Hijos difíciles-Padres desorientados. Padres difíciles-Hijos desorientados, destacó que la crianza de un hijo es un encuentro: "no se trata de imponer cosas, los padres deben encontrar el equilibrio, dado que si son autoritarios dificultarán el desarrollo del niño, en tanto que los permisivos no marcan correctamente el camino".

Nota de Página 12 sobre la película "La Familia del Futuro"


Las/12

Viernes, 06 de Abril de 2007

Defina normalidad
Con la última película de Disney, La familia del futuro, parámetros cada vez más habituales en la vida cotidiana encuentran lugar en una ficción para niños y niñas: un juego de espejos que también quiere reflejar familias monoparentales, homosexuales y de las otras.

Por Luciana Peker

Si vos creés que tu familia es diferente, esperá a ver a los Robinson”, anuncia el eslogan de La familia del futuro, la última película de Disney, que se dirige –clara y específicamente– a chicos y chicas que viven en familias diferentes. ¿Diferentes de qué? Del ya desbarrancado modelo –como imposición de un modelo único– de familia de mamá-papá-nene-nena. El lema ya es un signo de la nueva era de películas infantiles que, en su totalidad, o en destellos, ofrecen un espejo de los nuevos vínculos y –con más o menos logros– borran estereotipos de varones todopoderosos, madres abnegadas, padres fríos y distantes y mujeres nacidas para y por la maternidad.

A pesar de que la cultura audiovisual se muestra –a veces– como un espejo del retroceso de una infancia paralizada frente a la pantalla, en realidad, buena parte de la industria cinematográfica parece dar, al menos en algunos sentidos, más pasos adelante que el Estado o la escuela y, ni hablar, que la televisión abierta (que sigue patinando por un sueño). Tal vez porque, finalmente, son los propios chicos y sus padres los que van a ver las películas que reflejan un mundo que pugna –no sin idas y venidas– por encontrar el lugar de los nuevos padres y madres.
En La familia del futuro, una adaptación del libro de William Joyce A Day with Wilbur Robinson, la trama empieza con un clásico de las películas infantiles. El héroe protagonista, Lewis, es abandonado por su madre biológica. En principio, la idea de quitar a la madre de la historia es uno de los disparadores más usados por el cine para dar dramatismo, tensión y acción a la trama, desde Tarzán hasta Batman. En los últimos tiempos, sin embargo, este recurso se multiplicó –no azarosamente– y con un fin evidente. Los guionistas de films infanto-juveniles no encontraron mejor manera de delinear nuevos hombres-padres sin dejarlos solos frente a sus hijos. Y, para eso, mataron a las madres, como en Nemo (donde el padre se vuelve temeroso y sobreprotector de su hijo hasta que aprende a criarlo en libertad), Rayas (el padre no quiere dejar a su hija adolescente correr montada a una cebra porque su esposa murió en una accidente hípico hasta que termina respaldando la vocación de su hija). Mientras que el mismo esquema se repite en Herbie..., donde una joven conductora (que maneja mucho mejor que su hermano varón, del cual se espera que gane carreras automovilísticas) logra que su padre la apoye en una vocación no tradicional.
La lista sigue -Chicken Little y Espantatiburones, por ejemplo- y, de alguna manera, ejemplifica los huracanes que sufre –y disfruta– la función paterna. Pero con un talón de Aquiles sorprendente –y temerario–: los hombres pueden progresar, cambiar y acercarse a sus hijos, siempre y cuando no tengan a la madre de sus hijos al lado. ¿Cómo se hace, entonces, para que el avance se produzca en familias democráticas en donde las mujeres quieren conjugar la maternidad con una vida fuera del hogar?
En La familia del futuro hay algunos esbozos interesantes –no siempre enteramente correctos–, buenos puntales de un cambio que empieza a ser cada vez más presente. Aunque rebobinando, en realidad, en la primera escena de la película se ve la misma trama de siempre. Una mamá –tapada completamente a modo de mujer descarnada y descarriada– abandona a su pequeño bebé, en una noche de tormenta, en la puerta de un orfanato. Doce años después, Lewis, de 12 años, quiere ser adoptado, pero en todas las entrevistas es rechazado por sus potenciales padres a causa de sus excentricidades. Hasta que el niño triste e inventor decide crear un scanner de la memoria para volver los años atrás y convencer a su mamá de que no lo deje.
El niño, finalmente, puede decidir hablarle a su madre y no lo hace. Y termina, él también, adoptando a su nueva familia adoptiva, con una madre no tradicional (la Dra. Krunklehorn, una excéntrica inventora que se llena los brazos con parches de café para mantener un espíritu bien alto y que lleva varias noches sin dormir. Y que, incluso en la vejez, se convierte en Abue Lucille, una anciana vital y divertida); su padre (Abue Bud) no es tampoco clásico ni conservador (se viste con la ropa al revés, un signo de búsqueda de invertir roles, a través de la imagen) y festeja, literalmente, no tener una esposa que hornee galletas (el prototipo de abnegación de la mujer norteamericana) sino que baile música disco. Como padres, además, los Robinson festejan con aplausos los fracasos, como único camino hacia la realización.
Después, Lewis también innova. El elige como esposa y madre de su hijo a Franny, una mujer que de niña era tildada de “loca” por su pasión extravagante –y no entendida– de querer hacer cantar a las ranas. Marcelo Hernández, médico psiquiatra y psicoterapeuta, resalta: “El cine va expresando paradigmas de la época aggiornados al espectador al que está dirigido. Desde la posmodernidad, el concepto tradicional de familia (donde papá trabajaba y mamá cuidaba a los niños) feneció. Con los avances de las libertades individuales, el sentir de las minorías y el incremento de los divorcios (que en la Argentina ya se da en uno de cada dos matrimonios), los cambios de roles, los matrimonios de gay o de lesbianas, el avance de las jefas de hogar y los hijos de probeta se van construyendo modelos de familia que viven y conviven con los chicos”.
“La familia tradicional es minoría en este momento”, dispara Eva Rotenberg, psicóloga, directora de la escuela para padres y autora del libro Hijos difíciles, padres desorientados. Padres difíciles, hijos desorientados, de Lugar Editorial, y analiza: “El cine está reflejando parejas que mantienen roles compartidos o invertidos y donde los hijos son más independientes y se tienen que arreglar más solos cuando la mamá no está en casa y, por eso, son más adultos que antes. Ahora hay nuevas configuraciones vinculares: familias ensambladas o con padres que forman parejas homosexuales o lesbianas o adopciones monoparentales u homoparentales. El cine es una producción que está inmersa en la cultura que vivimos y es un arte que permite que se vayan poniendo imágenes y palabras a lo que se vive cotidianamente”.
Rotenberg, también autora del libro Adopción, el nido anhelado, subraya que el giro de La familia del futuro en donde el niño puede no redimir a su supuesta madre abandónica sino aceptar su decisión y decidir él adoptar a su nueva familia es un paso adelante en la construcción social de la maternidad como un hecho no meramente biológico. Ella rescata: “Los chicos adoptados tienen que elaborar la adopción y esto de que una mamá biológica los dio en adopción por algún motivo que ella conoce. El momento en el que el protagonista puede volver atrás en la película significa, más allá de la ficción, volver atrás. Es un paso importante porque recién cuando uno puede elaborar lo vivido puede aceptar a sus padres adoptantes y rearmar su vida. Es muy linda esa vuelta, porque si no se elabora ese momento queda como un hecho inexplicable bajo la pregunta ‘¿Por qué no me quisieron?’. En realidad, al chico adoptado sí lo quisieron. Pero, por algún motivo, no lo pudieron criar, que son dos cosas distintas”.


lunes, 7 de mayo de 2007

Presentación del libro sobre padres e hijos de Eva Rotenberg en la Feria del Libro


El viernes 27 de abril, la Licenciada Eva Rotenberg presentó su libro“Hijos difíciles-Padres desorientados. Padres difíciles-Hijos desorientados”, de Editorial Lugar, en la Feria del Libro.



El libro trata sobre la relación padres e hijos desde sus comienzos hasta que el hijo es adolescente y además cuenta con testimonios sobre los distintos temas. En sus páginas, el lector va a descubrir herramientas para evitar conflictos severos. En el caso de que ya existan, encontrará situaciones en las que se verá reflejado y a través de la lectura, podrá desarrollar recursos propios para empezar a resolverlos. “Hijos difíciles-Padres desorientados”…tiene que ver con una importante concepción acerca del poder del vínculo padres-hijos en el crecimiento de los hijos y también de los padres como tales. Parte del crecimiento “normal” acompañando a los padres en la comprensión y crianza de sus hijos, pero da elementos para comprender cómo llega a “enfermar” un niño, aportando conceptos y testimonios de muchas familias que servirán a aquellos padres que no tienen un modelo interno.

La lectura de Hijos difíciles-Padres desorientados… se anticipa a los conflictos y su eje lo constituye el complejo tema de lo que significa “criar un hijo”. La autora comparte su larga trayectoria profesional en un lenguaje sencillo pero profundo y de fácil comprensión.


INFORMACIÓN ADICIONAL SOBRE EL LIBRO
Está dividido en los siguientes capítulos:

Capítulo 1. La Escuela para Padres.
Capítulo 2. Empezar bien.
Capítulo 3. El niño va creciendo.
Capítulo 4. El niño y su mundo.
Capítulo 5. Los miedos
Capítulo 6. La sexualidad.
Capítulo 7. Hijos difíciles-Padres desorientados.
Capítulo 8. Trastornos en la alimentación.
Capítulo 9. La escolaridad.
Capítulo 10. Una segunda oportunidad. La adolescencia.
Capítulo 11. Pensar en la problemática.
Capítulo 12. Salud y enfermedad.

Algunas de las cuestiones que se tratan en dichos capítulos son: embarazo, cambios corporales, el bebé, niños con discapacidad, insomnio del bebé, enfermedades. En el capítulo 3, se habla de las pataletas, del control de esfínteres, entre otros temas, y en los capítulos siguientes se habla sobre hijos sobre exigidos, sentirse desvalorizado, herramientas para la vida, angustia de separación, sexualidad, los límites, trastornos de alimentación, fobias escolares, adolescencia, etc.

INFORMACIÓN ADICIONAL SOBRE LA ESCUELA PARA PADRES QUE DIRIGE LA LIC. ROTENBERG
La Escuela para Padres (http://www.escuelaparapadres.net/) nació hace seis años –junio de 2000, Buenos Aires, Argentina- bajo la dirección de la Licenciada Eva Rotenberg, una psicóloga y psicoanalista especializada en niños y adolescentes y en terapia familiar y de pareja.

Los encuentros de papás y mamás (al que también pueden ir los hijos u otros familiares, como tíos o abuelos, que tengan problemáticas a resolver con chicos o que quieran realizar cualquier tipo de consulta), son una vez por semana y combinan elementos del psicoanálisis y la psicoterapia.

El foco está puesto en la prevención de conflictos y los resultados se logran de manera más rápida por ser terapias grupales donde se comparten las experiencias; las vivencias de un papá o mamá de hijos adolescentes, por ejemplo, pueden ser de suma utilidad para los padres de hijos más chicos.


En caso de necesitar más información, llame al 4803-6454 o escríbanos a: evarot@hotmail.com También puede ingresar a la web de la Escuela para Padres: http://www.escuelaparapadres.net




La Escuela Para Padres en Revista Rumbos (Enero 2007)

Escuela para padres

El psicoanálisis multifamiliar con sesiones que reúnen a grupos de padres que reflexionan juntos, se revela como una herramienta útil para resolver problemas en la crianza de los hijos




El departamento del barrio de Palermo donde dos veces por semana se reúnen los grupos de la Escuela Para Padres, que dirige la psicoanalista Eva Rotenberg, es de lo más cálido. Hay una estantería doble plagada de libros, un escritorio con una computadora donde Eva se sienta a responder los e- mails que recibe en su página web (www.escuelaparapadres.net) y allí mismo también hay un bowl repleto de caramelos que hacen las delicias de los chicos, que a veces van con sus padres a las sesiones, e inclusive de los mismos padres que en ocasiones los comen para calmar sus propias ansiedades. El amplio ambiente donde se realizan las sesiones tiene un par de grandes y cómodos sillones, varias sillas, una enorme ventana con vista a la calle arbolada, y al lado una habitación, que además de tener juegos y elementos de dibujo para los chicos, siempre tiene la puerta abierta para que ellos entren y salgan de allí a piacere, a veces para mostrarle uno de sus dibujos a Eva, quien los analiza luego, y otras para escuchar o comentar algo en plena sesión, pero siempre con total libertad. Es que este es, justamente, el espíritu de las sesiones de la Escuela Para Padres, inaugurada hace seis años por Rotenberg, que es especialista en niños y adolescentes, en terapia multifamiliar, en patología mental severa y que inclusive formó otra escuela para padres en un colegio en Barcelona, a comienzos de los `90. Se trata de un encuentro por semana, al que van distintos grupos de padres, madres, en ocasiones también con sus hijos, y hasta abuelos/as, tíos/as solos o acompañados por sus nietos y sobrinos, para socializar sus angustias, temores, problemas, dudas o consultas que van surgiendo en el trabajo cotidiano de crianza de los chicos. En cada grupo puede haber hasta quince padres, como máximo, y las sesiones duran de una hora y media a dos. Cada encuentro comienza con un tema cualquiera que alguno de los integrantes del grupo trae a cuento y se convierte en disparador de la sesión que la psicoanalista coordina activamente.
“Soy psicoanalista, pero también soy mamá –dice Rotenberg- . Cuando estaba criando a mis tres hijos, que ya son grandes, me di cuenta que los padres están muy solos, y por ahí arrastran conflictos en las relaciones con sus hijos durante años sin encontrarles solución. No existía un espacio al cual acudir para charlar con otros padres e ir resolviendo los problemas mientras crían a sus hijos, y eso es justamente lo que ofrece y el motivo por el cual inauguré la Escuela Para Padres”.
La metodología de la Escuela se basa en el psicoanálisis y otras teorías, y en el psicoanálisis multifamiliar, un terreno donde Eva se especializó, ya que trabajó en diversos grupos multifamiliares al formar parte del equipo terapéutico del prestigioso psiquiatra y psicoanalista Jorge García Badaracco, creador, justamente, del psicoanálisis multifamiliar. La diferencia con ese tipo de terapia, es que en aquellos grupos se prioriza el trabajo con adultos y la resolución del conflicto o patología, una vez instalados; en cambio, la base de la escuela para padres es la prevención, es trabajar con las diversas situaciones y conflictos, no sólo para resolverlos, sino también para prevenirlos. Asimismo, se trabaja a partir de las situaciones que muchas veces los mismos papás no han elaborado de su propia infancia, y como ya se ha dicho, también pueden acudir los hijos, cuando los padres o los mismos chicos lo consideran necesario.
“Los padres, en general, son buenas personas con buenas intenciones que, como todos, a veces se equivocan –dice Rotenberg-. Entonces, sirve mucho trabajar en grupo, en vez de hacer un tratamiento tradicional. Si quieren pueden venir un par de veces y luego sienten que ya resolvieron su problema se van, no tienen que seguir un tratamiento de años, sino ocuparse de criar a sus hijos. Los grupos consiguen resultados mucho más rápido que las terapia individuales convencionales”.
En los años de vida de la Escuela, Eva ha visto de todo. Desde un bebé de tres meses que dormía mal y estaba siempre en estado de alerta, porque sus papás no le prestaban suficiente atención, hasta padres que se sienten culpables al poner límites a sus hijos, pasando también por chicos violentos, adolescentes y/o padres que tienen problemas de drogadicción, papás que consultan por la sexualidad de sus hijos, y parejas divorciadas que no saben cómo relacionarse con sus hijos, entre otras situaciones. Una mención aparte le merecen los chicos con diagnóstico de ADD o Déficit de Atención, “que en realidad son chicos con una patología emocional, que no tuvieron un sostén, un buen armado vincular, entonces son chicos hiperkinéticos porque lo que tienen es un desborde de ansiedad, no tienen nada a nivel neurológico. Hay muchos chicos medicados por tener ADD y en realidad, son chicos ansiosos. La medicación suele ser una barbaridad, es colocar al chico en el lugar del enfermo y desde allí, cada vez van a tener que darle más medicación. Muchas veces, detrás del ADD hay conflictos muy severos, inclusive, de psicosis infantil”, explica la psicoanalista.
Uno de los temas que de un tiempo a esta parte Eva vio crecer mucho en las sesiones de grupo es de la violencia en los adolescentes. “Un hijo suele expresar violencia como forma de querer cambiar a los padres, de hacerlos entender. A veces los padres entienden primero a otros hijos y a partir de eso, comienzan a entender a los suyos. Empiezan a entender que la violencia no nació en un repollo, no se da porque el hijo salió al tío loco, sino que se fue generando en la familia en los desencuentros vinculares”.

Testimonios
Paula Martínez (40) está divorciada, vive en con su hija Florencia de 13 años en Villa Adelina y una vez por semana tiene una cita que cumple religiosamente: su sesión de la Escuela Para Padres. “Empecé hace cinco años. Me estaba divorciando y mi hija, que tenía ocho, no estaba bien emocionalmente y yo no encontraba la forma de acercarme a ella. Inclusive llegó a tener un retroceso motriz que notaron en la escuela”, recuerda. Así fue como Paula llevó a Florencia a una batería de psicólogos, neurólogos y otros profesionales, hasta que un día, cansada de no ver resultados, se le ocurrió la idea de comenzar ella misma un tratamiento, con la idea de que quizá, de este modo, la podría ayudar de forma más directa. Así fue cómo se unió a uno de los primeros grupos coordinados por Rotenberg. “Al principio iba sola, después también empezó a venir ella y ahora sigo yendo sola. Ella siempre tiene la puerta abierta, y cada tanto, cuando siente ganas de contar algo, va de nuevo”. En muy poco tiempo, Paula empezó a notar cambios. “En mi angustia y en mi ansiedad estaba cometiendo algunos errores. Como ella viene de un padre depresivo yo la había encasillado como una depresiva. En la primera sesión Eva me marcó eso, y empecé a trabajar sobre la idea de que ella es lo que es, no como yo creía que era, e inmediatamente se instaló entre nosotras una comunicación más fluida”.
Tan bien le fue a Paula, que al mes de tratamiento, su hija dio muestras de un avance motriz, al dejar las rueditas de la bicicleta. Para Paula la clave del tratamiento está en que “se aprende mucho de los otros papás que cuentan sus experiencias. Es un tipo de terapia ágil, amena. Cuando yo iba a sola a sesiones de terapia convencional, era el ombligo del mundo con el peor problema. En cambio acá, se instalan los temas y se hablan, desde un lugar donde la autocompasión desaparece de plano. Además, siempre se toma todo con más humor, aparece el chiste, la ayuda, el caramelo para bajar la angustia que te provoca hablar de ciertos temas. En este momento tengo el gorrito de egresado. Flor está espectacular, me cuenta todo, nos divertimos juntas y tenemos un vínculo muy fuerte. Me parece importante seguir yendo al grupo, para acompañarla en todos los cambios que se van produciendo a medida que crece”.
Fabián Frenkel (casado, 42 años, de Olivos), uno de los papás que este año “retomó la escuela” coincide en resaltar la agilidad de este tipo de terapia. Padre de dos varones de 6 y 2 años, y dueño de una agencia de publicidad y marketing, Frenkel lo explica así: “La ventaja del grupo es que te permite avanzar más rápido, porque uno escucha otros testimonios, otros problemas y se da cuenta que por ahí el problema de uno no es tan grave o que tiene una solución mucho más sencilla de lo que uno creía y no le da tanta vuelta al tema. Es muy importante escuchar a los otros, porque te pasa que después de la sesión te empezás a dar cuenta de un montón de cosas que por ahí en el momento ni pensaste. Con mis hijos hasta el día de hoy sigo trabajando varios temas. Para mí el grupo, al que voy solo, es mi espacio, mi terapia personal”.
En los grupos, el común denominador es que todos buscan mejorar la relación con sus hijos. Para ello, claro, hay un concepto fundamental: saber sostenerlos. Algo que puede resultar una tarea difícil, si como hijos, ellos mismos no fueron sostenidos por sus propios padres.
“Muchas veces los padres no pueden sostener a sus hijos, e intentan reemplazar esta carencia, dándoles todos los gustos o por el contrario, siendo muy autoritarios y marcando límites todo el tiempo. Pero ninguna de las dos cosas es sostener a un hijo. Sostener es otra cosa, es acompañar, es respetarlo, es respetar su subjetividad, respetar su individualidad, poniendo límites, pero desde el sostén, no desde la imposición. Desde la imposición se anula y se somete a la persona y es una diferencia que la persona que no fue sostenida en su infancia, no puede reconocer. Y ahí es donde hay que empezar a trabajar. En grupo es mucho mejor, porque por ahí, un padre que no le puede poner límites a un chico de dos años, escucha la experiencia de un padre de un adolescente y probablemente algo de eso le servirá para aplicar en la crianza de sus propios hijos”, concluye Rotenberg.

Recuadro:
Los límites


En su libro de próxima aparición –“Hijos difíciles, padres desorientados; padres difíciles, hijos desorientados”- Eva Rotenberg dedica un capítulo a los límites, uno de los temas por el que más le consultan los padres. Aquí, un fragmento.
"Los límites no son controles rígidos, en todo caso, no deberían serlo. Todo lo contrario, por un lado en una buena crianza, se supone que el niño está en una etapa en la cual precisa expandirse y explorar el mundo, todo es nuevo en la infancia. Se trata de advertirle frente a lo peligroso, pero no de evitarle todo posible riesgo, porque sino, no podría subir solo al tobogán o hacer cosas de niños. Si un niño se lastima, siempre que no sea algo serio, el dolor también es una experiencia importante, porque sabrá que hay cosas que lastiman y así comenzará a tener un propio registro interno… Los límites son una guía, pero si no se van marcando desde que son pequeños, luego el niño los sentirá como frustraciones intolerables. Muchas veces los padres saben que deberían poner límites, pero no pueden, sienten culpa. Esos padres deben ser ayudados porque ese no poder es una expresión de un conflicto no resuelto…
La solución no es poner lo que se cree que son límites porque sí, con penitencias o palizas, sino ayudar a que el hijo aprenda a poder limitarse él sólo. Esto es un efecto que se logra a partir de sentirse querido, cuidado y de tolerar cierto grado de frustración. Entendiendo por cuidado, que los adultos no le permitan hacer o decir lo que le hace daño a él o a terceros, porque también es perjudicial para sí mismo.
Es decir, que aprender a cuidarse es un proceso que se va construyendo especialmente a partir de una autoestima positiva".

domingo, 6 de mayo de 2007

"La familia de mi marido", nota en revista Mía (5/4/07)

¡Ay, la familia de mi marido!

Cientos de películas se han inspirado en los problemas de suegras y nueras, de cuñados problemáticos y de la parentela que trae nuestra media naranja consigo al altar. Claro que no siempre es para risa sino para poner los pelos de punta. Reflexiones y consejos.


Si alguien le hubiera dicho hace ya unos cuantos años, que su suegra -aquella mujer que parecía ser tan dulce y buena y que ¡afortunadamente! casi no se metía en su vida- iba a mutar a una máquina de críticas y comentarios negativos hacia usted apenas naciera su primer hijo, ¿usted se hubiera casado con su marido de todos modos?
¿Y de haber sabido que ese suegro tan simpático y conversador era en realidad un adicto al juego que permanentemente pondría en riesgo la economía familiar, inclusive la suya propia, usted no hubiera preferido correr unos cien metros llanos en retirada?
Si bien ambos ejemplos son exagerados, lo cierto es que muchas mujeres sufren cotidianamente, a veces durante años, las consecuencias de diversas conductas dañinas -o directamente patológicas- de la familia de origen de su marido sin saber bien qué hacer o cómo enfrentarse a estos problemas de una manera que no lastime a su pareja, pero que tampoco enferme a su propia familia.

Todo cambia…menos él
“En realidad, cuando se mete la familia del otro es porque alguien está dejando que se meta y frecuentemente esto tiene que ver con una dependencia emocional del hijo o de la hija que no ha cortado el cordón con sus padres. Esto es muy frecuente en parejas jóvenes, que pasan de vivir en la casa de los padres a vivir juntos”, explica la psicóloga y psicoanalista Eva Rotenberg, directora de la Escuela para Padres.
Antes de ahondar en el tema, hay un factor importante a tener en cuenta: en los primeros tiempos de una pareja, suelen dejarse de lado los defectos del otro y se potencian sus virtudes, acaso en un deseo inconsciente de que esos problemas, esos “pequeños defectos”, puedan ser corregidos por uno a lo largo del tiempo, lo cual, obviamente, nunca ocurre. Esa es la época del enamoramiento que el mismo Sigmund Freud, el padre y creador del psicoanálisis, definió como una época de “locura temporal” donde cada uno ve en el otro sólo lo que quiere ver. Y es ahí, en esa etapa, donde se puede creer, equivocadamente, que al formar una pareja, sólo se está eligiendo al cónyuge, cuando en realidad esa persona viene acompañada de su familia de origen.
Si bien en una primera etapa, los problemas pueden pasar más o menos desapercibidos, muchas veces se agravan ante el nacimiento del primer hijo, que a su vez implica un reingreso de los padres de ambos integrantes del matrimonio al entorno familiar, esta vez en su nuevo rol de abuelos. “Ahí el problema se hace más notorio y las abuelas pueden empezar a competir por el cariño de sus nietos o a opinar sobre qué tipo de educación es la mejor para ellos,” dice Rotenberg. Cuando las críticas sobre su propio rol de madre recrudecen, esa flamante mamá comienza a sentirse desvalorizada, a dudar de si misma, de su propia capacidad maternal e inclusive en los casos más graves, la familia del marido y el marido mismo comienzan a absorber a ese nuevo hijo y a quitarle autoridad a ella. “Esos casos son terribles. Hay casos de depresión post parto que en realidad tienen que ver con que la familia del marido se apropió del bebé y en los casos más graves, una mamá hasta puede intentar suicidarse”, alerta la psicóloga.

Testimonios
Para Mariana -37 años, profesional, casada y madre de tres hijas- la familia de su marido no le implicaba mayores inconvenientes hasta que un día su suegro le pidió que le saliera de garante de un crédito. Ella aceptó, pero un par de meses más tarde se encontró con que tenía su sueldo embargado porque su suegro había dejado de pagar el préstamo.
Por su parte, a Andrea -38, docente, casada, un hijo- le molesta que la familia de su marido hace mucha diferencia entre su hijo, de un año y medio, y el hijo de su nuera que nació apenas un par de meses antes. “A mi hijo no lo vienen a ver nunca y a su sobrino lo ven casi todos los días. Mi marido se pone re-mal con todo esto”.

El factor suegra
Un factor que suele incidir en la mala predisposición de la suegra hacia la nuera, es que la primera no tenga un proyecto de vida propio, por lo cual durante años, su hijo le sirvió para tapar esas carencias, para sentirse valorada y hasta para ocultar las dificultades de su propio matrimonio. Todo esto cambia, cuando el hijo le es “arrebatado por otra mujer”, que es como este tipo de mujer se siente cuando ese hijo se casa o inicia una convivencia y es ahí donde puede empezar a sentir celos de su nuera y empezar a competir con ella.
Una reciente nota del periódico The Observer daba cuenta de que en Italia, cada vez son más las parejas -3 de cada 10- que se divorcian por la excesiva presencia de las suegras que hasta comparten techo con la nueva pareja a veces por problemas económicos y en otras ocasiones también por la falta de proyecto propio, ante lo cual esperan que ese hijo al cual dedicaron la vida, se lo retribuya de igual manera. Otras suegras-y suegros- se niegan a aceptar el paso del tiempo e impiden que su hijo arme su propio proyecto de vida. Hay que tener en cuenta que cuanta más dependencia tenga un hombre con su madre, seguramente va a buscar a una mujer más dominante que le permita salir de ese vínculo asfixiante. Es decir, en lugar de resolver eso por si mismo, se busca una mujer de mucho carácter para que ella haga el “trabajo sucio” y se enfrente con esa madre demasiado absorbente. Algo que, como se sabe, suele fracasar.

Consejos sanos
Pero a no desesperar, que, como dice el dicho, no está muerto quien pelea. Para prevenir todos estos problemas, o por lo menos para intentar poner parches en las situaciones que ya están instaladas, hay varias cosas que se pueden hacer.
“Lo principal –dice Rotenberg- es que la pareja entienda que lo más importante es cuidar su vínculo. Tienen que entender que, por más que los padres los quieran mucho, nunca van a poder cambiar su forma de ser”. Por su parte, a la mujer que padece este tipo de situaciones, se le sugiere arreglar las cosas con su marido “y nunca tratar de enseñarle nada a su suegra. De nada sirve tener un enfrentamiento frontal con ella. Si la situación con la familia política se torna intolerable, que el marido vaya a visitar a su madre, pero que no interfiera con su propia vida familiar. Nunca debe permitir que la desvaloricen y menos frente a sus hijos”.
Por último, un par de sugerencias para los suegros/as. “Lo importante es sumar y no poner palos en la rueda, porque sino las situaciones van a empeorar y cuando se quieran acordar, van a tener toda la familia en contra –alerta la licenciada-. Inclusive aunque su hijo se divorcie, cuando sus propios nietos crezcan van a tenerle bronca a esos abuelos que molestaron a sus padres. Una suegra no tiene que competir con su nuera y no limitarse a colaborar en lo que ella quiera, sino en lo que realmente necesita su nuera. En lo personal, conozco muchos casos muy buenos donde realmente la suegra y la nuera se quieren, se ayudan y se respetan. Son vínculos muy constructivos, donde todas las partes salen beneficiadas, en particular los chicos, que suelen ser los que más sufren cuando se da el caso contrario”.

La Escuela Para Padres en diario Clarín (22/2/07)

Link: http://www.clarin.com/diario/2007/02/22/deportes/m-00504.htm

CHICAS & CHICOS: TENDENCIAS ESCUELAS PARA PADRES
También los grandes van al cole



Lugares donde los papás, tíos, y abuelos aprenden a resolver algunos problemas de los chicos.


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La Escuela para Padres —creada y dirigida por la psicóloga y psicoanalista Eva Rotenberg en el año 2000— nació como un espacio de apoyo profesional a los padres. "La idea es ayudarlos a detectar qué aspecto del vínculo con sus hijos los está enfermando".
A los grupos de la escuela van mamás, papás, solos o con sus hijos, y también abuelos/as y tíos/as. Los encuentros se realizan una vez por semana y duran alrededor de dos horas. Los chicos pueden participar de la charla o quedarse en la sala infantil, donde juegan, leen o dibujan. Sus dibujos, sirven como disparador de su conducta y de la situación familiar.

Los padres pueden consultar por un bebé que no logra conciliar el sueño, por trastornos de conducta, por cómo poner límites a un hijo, entre otras cuestiones. Pero el motivo que siempre resulta preocupante son los trastornos de aprendizaje, que suelen ser detectados en el colegio. "Los problemas de aprendizaje son la punta del iceberg de otra cosa— dice Rotenberg—. Los chicos exploran todo, inclusive desde bebés ya empiezan a investigar sus manos y sus pies. Cuando no aprenden, algo le está pasando a la familia". Las raíces de este tipo de conflictos pueden ser muchas: sobreprotección, situaciones de violencia familiar, abandono o abuso sexual, entre otros. "Hoy lo que se ve mucho en los chicos de la escuela primaria, es que están muy abandonados porque sus padres están todo el día afuera en el trabajo", dice la especialista. La clave pasa por la detección temprana del problema, inclusive si son chicos que se las arreglan bárbaro con el estudio. "Siempre es importante —explica— que los papás le pregunten cómo van las cosas en el colegio, qué deberes tiene que hacer, sino ese chico va a sentir que no están interesados en él. También es importante alentarlo. Hay que buscar un punto medio: no es bueno dejar a un chico solo ni tampoco hacer todas las cosas por él”.

Información: http://www.escuelaparapadres.net/ o en el teléfono 4803-6454.