lunes, 7 de mayo de 2007

La Escuela Para Padres en Revista Rumbos (Enero 2007)

Escuela para padres

El psicoanálisis multifamiliar con sesiones que reúnen a grupos de padres que reflexionan juntos, se revela como una herramienta útil para resolver problemas en la crianza de los hijos




El departamento del barrio de Palermo donde dos veces por semana se reúnen los grupos de la Escuela Para Padres, que dirige la psicoanalista Eva Rotenberg, es de lo más cálido. Hay una estantería doble plagada de libros, un escritorio con una computadora donde Eva se sienta a responder los e- mails que recibe en su página web (www.escuelaparapadres.net) y allí mismo también hay un bowl repleto de caramelos que hacen las delicias de los chicos, que a veces van con sus padres a las sesiones, e inclusive de los mismos padres que en ocasiones los comen para calmar sus propias ansiedades. El amplio ambiente donde se realizan las sesiones tiene un par de grandes y cómodos sillones, varias sillas, una enorme ventana con vista a la calle arbolada, y al lado una habitación, que además de tener juegos y elementos de dibujo para los chicos, siempre tiene la puerta abierta para que ellos entren y salgan de allí a piacere, a veces para mostrarle uno de sus dibujos a Eva, quien los analiza luego, y otras para escuchar o comentar algo en plena sesión, pero siempre con total libertad. Es que este es, justamente, el espíritu de las sesiones de la Escuela Para Padres, inaugurada hace seis años por Rotenberg, que es especialista en niños y adolescentes, en terapia multifamiliar, en patología mental severa y que inclusive formó otra escuela para padres en un colegio en Barcelona, a comienzos de los `90. Se trata de un encuentro por semana, al que van distintos grupos de padres, madres, en ocasiones también con sus hijos, y hasta abuelos/as, tíos/as solos o acompañados por sus nietos y sobrinos, para socializar sus angustias, temores, problemas, dudas o consultas que van surgiendo en el trabajo cotidiano de crianza de los chicos. En cada grupo puede haber hasta quince padres, como máximo, y las sesiones duran de una hora y media a dos. Cada encuentro comienza con un tema cualquiera que alguno de los integrantes del grupo trae a cuento y se convierte en disparador de la sesión que la psicoanalista coordina activamente.
“Soy psicoanalista, pero también soy mamá –dice Rotenberg- . Cuando estaba criando a mis tres hijos, que ya son grandes, me di cuenta que los padres están muy solos, y por ahí arrastran conflictos en las relaciones con sus hijos durante años sin encontrarles solución. No existía un espacio al cual acudir para charlar con otros padres e ir resolviendo los problemas mientras crían a sus hijos, y eso es justamente lo que ofrece y el motivo por el cual inauguré la Escuela Para Padres”.
La metodología de la Escuela se basa en el psicoanálisis y otras teorías, y en el psicoanálisis multifamiliar, un terreno donde Eva se especializó, ya que trabajó en diversos grupos multifamiliares al formar parte del equipo terapéutico del prestigioso psiquiatra y psicoanalista Jorge García Badaracco, creador, justamente, del psicoanálisis multifamiliar. La diferencia con ese tipo de terapia, es que en aquellos grupos se prioriza el trabajo con adultos y la resolución del conflicto o patología, una vez instalados; en cambio, la base de la escuela para padres es la prevención, es trabajar con las diversas situaciones y conflictos, no sólo para resolverlos, sino también para prevenirlos. Asimismo, se trabaja a partir de las situaciones que muchas veces los mismos papás no han elaborado de su propia infancia, y como ya se ha dicho, también pueden acudir los hijos, cuando los padres o los mismos chicos lo consideran necesario.
“Los padres, en general, son buenas personas con buenas intenciones que, como todos, a veces se equivocan –dice Rotenberg-. Entonces, sirve mucho trabajar en grupo, en vez de hacer un tratamiento tradicional. Si quieren pueden venir un par de veces y luego sienten que ya resolvieron su problema se van, no tienen que seguir un tratamiento de años, sino ocuparse de criar a sus hijos. Los grupos consiguen resultados mucho más rápido que las terapia individuales convencionales”.
En los años de vida de la Escuela, Eva ha visto de todo. Desde un bebé de tres meses que dormía mal y estaba siempre en estado de alerta, porque sus papás no le prestaban suficiente atención, hasta padres que se sienten culpables al poner límites a sus hijos, pasando también por chicos violentos, adolescentes y/o padres que tienen problemas de drogadicción, papás que consultan por la sexualidad de sus hijos, y parejas divorciadas que no saben cómo relacionarse con sus hijos, entre otras situaciones. Una mención aparte le merecen los chicos con diagnóstico de ADD o Déficit de Atención, “que en realidad son chicos con una patología emocional, que no tuvieron un sostén, un buen armado vincular, entonces son chicos hiperkinéticos porque lo que tienen es un desborde de ansiedad, no tienen nada a nivel neurológico. Hay muchos chicos medicados por tener ADD y en realidad, son chicos ansiosos. La medicación suele ser una barbaridad, es colocar al chico en el lugar del enfermo y desde allí, cada vez van a tener que darle más medicación. Muchas veces, detrás del ADD hay conflictos muy severos, inclusive, de psicosis infantil”, explica la psicoanalista.
Uno de los temas que de un tiempo a esta parte Eva vio crecer mucho en las sesiones de grupo es de la violencia en los adolescentes. “Un hijo suele expresar violencia como forma de querer cambiar a los padres, de hacerlos entender. A veces los padres entienden primero a otros hijos y a partir de eso, comienzan a entender a los suyos. Empiezan a entender que la violencia no nació en un repollo, no se da porque el hijo salió al tío loco, sino que se fue generando en la familia en los desencuentros vinculares”.

Testimonios
Paula Martínez (40) está divorciada, vive en con su hija Florencia de 13 años en Villa Adelina y una vez por semana tiene una cita que cumple religiosamente: su sesión de la Escuela Para Padres. “Empecé hace cinco años. Me estaba divorciando y mi hija, que tenía ocho, no estaba bien emocionalmente y yo no encontraba la forma de acercarme a ella. Inclusive llegó a tener un retroceso motriz que notaron en la escuela”, recuerda. Así fue como Paula llevó a Florencia a una batería de psicólogos, neurólogos y otros profesionales, hasta que un día, cansada de no ver resultados, se le ocurrió la idea de comenzar ella misma un tratamiento, con la idea de que quizá, de este modo, la podría ayudar de forma más directa. Así fue cómo se unió a uno de los primeros grupos coordinados por Rotenberg. “Al principio iba sola, después también empezó a venir ella y ahora sigo yendo sola. Ella siempre tiene la puerta abierta, y cada tanto, cuando siente ganas de contar algo, va de nuevo”. En muy poco tiempo, Paula empezó a notar cambios. “En mi angustia y en mi ansiedad estaba cometiendo algunos errores. Como ella viene de un padre depresivo yo la había encasillado como una depresiva. En la primera sesión Eva me marcó eso, y empecé a trabajar sobre la idea de que ella es lo que es, no como yo creía que era, e inmediatamente se instaló entre nosotras una comunicación más fluida”.
Tan bien le fue a Paula, que al mes de tratamiento, su hija dio muestras de un avance motriz, al dejar las rueditas de la bicicleta. Para Paula la clave del tratamiento está en que “se aprende mucho de los otros papás que cuentan sus experiencias. Es un tipo de terapia ágil, amena. Cuando yo iba a sola a sesiones de terapia convencional, era el ombligo del mundo con el peor problema. En cambio acá, se instalan los temas y se hablan, desde un lugar donde la autocompasión desaparece de plano. Además, siempre se toma todo con más humor, aparece el chiste, la ayuda, el caramelo para bajar la angustia que te provoca hablar de ciertos temas. En este momento tengo el gorrito de egresado. Flor está espectacular, me cuenta todo, nos divertimos juntas y tenemos un vínculo muy fuerte. Me parece importante seguir yendo al grupo, para acompañarla en todos los cambios que se van produciendo a medida que crece”.
Fabián Frenkel (casado, 42 años, de Olivos), uno de los papás que este año “retomó la escuela” coincide en resaltar la agilidad de este tipo de terapia. Padre de dos varones de 6 y 2 años, y dueño de una agencia de publicidad y marketing, Frenkel lo explica así: “La ventaja del grupo es que te permite avanzar más rápido, porque uno escucha otros testimonios, otros problemas y se da cuenta que por ahí el problema de uno no es tan grave o que tiene una solución mucho más sencilla de lo que uno creía y no le da tanta vuelta al tema. Es muy importante escuchar a los otros, porque te pasa que después de la sesión te empezás a dar cuenta de un montón de cosas que por ahí en el momento ni pensaste. Con mis hijos hasta el día de hoy sigo trabajando varios temas. Para mí el grupo, al que voy solo, es mi espacio, mi terapia personal”.
En los grupos, el común denominador es que todos buscan mejorar la relación con sus hijos. Para ello, claro, hay un concepto fundamental: saber sostenerlos. Algo que puede resultar una tarea difícil, si como hijos, ellos mismos no fueron sostenidos por sus propios padres.
“Muchas veces los padres no pueden sostener a sus hijos, e intentan reemplazar esta carencia, dándoles todos los gustos o por el contrario, siendo muy autoritarios y marcando límites todo el tiempo. Pero ninguna de las dos cosas es sostener a un hijo. Sostener es otra cosa, es acompañar, es respetarlo, es respetar su subjetividad, respetar su individualidad, poniendo límites, pero desde el sostén, no desde la imposición. Desde la imposición se anula y se somete a la persona y es una diferencia que la persona que no fue sostenida en su infancia, no puede reconocer. Y ahí es donde hay que empezar a trabajar. En grupo es mucho mejor, porque por ahí, un padre que no le puede poner límites a un chico de dos años, escucha la experiencia de un padre de un adolescente y probablemente algo de eso le servirá para aplicar en la crianza de sus propios hijos”, concluye Rotenberg.

Recuadro:
Los límites


En su libro de próxima aparición –“Hijos difíciles, padres desorientados; padres difíciles, hijos desorientados”- Eva Rotenberg dedica un capítulo a los límites, uno de los temas por el que más le consultan los padres. Aquí, un fragmento.
"Los límites no son controles rígidos, en todo caso, no deberían serlo. Todo lo contrario, por un lado en una buena crianza, se supone que el niño está en una etapa en la cual precisa expandirse y explorar el mundo, todo es nuevo en la infancia. Se trata de advertirle frente a lo peligroso, pero no de evitarle todo posible riesgo, porque sino, no podría subir solo al tobogán o hacer cosas de niños. Si un niño se lastima, siempre que no sea algo serio, el dolor también es una experiencia importante, porque sabrá que hay cosas que lastiman y así comenzará a tener un propio registro interno… Los límites son una guía, pero si no se van marcando desde que son pequeños, luego el niño los sentirá como frustraciones intolerables. Muchas veces los padres saben que deberían poner límites, pero no pueden, sienten culpa. Esos padres deben ser ayudados porque ese no poder es una expresión de un conflicto no resuelto…
La solución no es poner lo que se cree que son límites porque sí, con penitencias o palizas, sino ayudar a que el hijo aprenda a poder limitarse él sólo. Esto es un efecto que se logra a partir de sentirse querido, cuidado y de tolerar cierto grado de frustración. Entendiendo por cuidado, que los adultos no le permitan hacer o decir lo que le hace daño a él o a terceros, porque también es perjudicial para sí mismo.
Es decir, que aprender a cuidarse es un proceso que se va construyendo especialmente a partir de una autoestima positiva".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy lindo el blog. Felicitaciones!

Unknown dijo...

Hola Estoy buscando consejo para vivir feliz y sin complicaciones mi matrimonio con un hombre divorciado, padre de 3 hijos, de 12años, 10 años y 4 años.
En mi relación con el hay buena comunicación, hay gran delicadeza y respeto. El punto es que no he convivido con sus niños: 1.- No quiero por miedo (es que tienen una mamá que apenitas permite que los vea su papá y con muchos trabajos, ya saben esa historia de la mamá dolida que usa a los niños como venganza, entonces yo me imagino que si me llegara a acercar yo todo retrocedería a mil pues antes no lo dejaba ni que los viera) 2.- Tampoco quiero ser ajena a esa parte de el (actualmente yo me busco una ocupación y el se va los domingos y los lleva a casa de su mamá y ahi convive con ellos todo el día) aunque por otro lado yo no quisiera atar mis domingos a tener que convivir con ellos :( sorry sueño egoísta pero soy honesta.
3.-Quiero ser inteligente no quiero ser un problema de sentimientos para el, el es un hombre que me apoya en todo y yo quiero ser una mujer que lo apye en todo y que ninguno de los dos complique la existencia del otro.
Les agradecería mil consejos positivos... Nunca he tenido una experiencia asi cercana tons no tengo ningún buen ejemplo a seguir!

Anónimo dijo...

muy INTERESANTE LA NOTA

escuchar no es OIR

es muy importante estar atento a los cambios
y actuar a tal efecto

escuela para padres/comunicacion familiar dijo...

Hay que estar en todo momento observando el minimo cambio de actitud, hay cambios que son naturales pero el mal comportamiento es a causa de un llamado de atencion.
Hay ciertos limites que si deben ser bien marcados y no se pueden sobrepasar pero hay otros limites que se puede ser mas flexible, simpre teniendo en cuenta quien es la autoridad y que la comunicacion y saber escuchar es fundamental.