jueves, 27 de noviembre de 2008

Hijos de la pelea

Hijos de la pelea

¿Cómo crecen los niños en un hogar donde el poder está en pugna?

(Nota publicada en revista Uno Mismo, septiembre 2008)


La licenciada Eva Rotenberg es psicóloga, miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina y Directora de La Escuela para Padres, una institución a la que recurren muchos progenitores en busca de ayuda. Autora del libro “Hijos difíciles Padres desorientados. Padres difíciles Hijos desorientados”, en esta nota nos explica qué ocurre con los niños cuando sus padres luchan por el poder.

- A partir de su experiencia, ¿observa que las parejas de hoy en día están en lucha por el poder?
Ante todo habría que aclarar que felizmente no es una problemática que se de en todas las parejas. La “lucha por el poder” en la pareja es un síntoma, es un modo de vínculo patológico que tiene numerosas causas, pero sus efectos son destructivos. Esta lucha puede encubrir una rivalidad sexual, envidia al hombre o a la mujer, rivalidad entre hermanos, es decir como si la pareja fuera vista “como un hermano rival”. Por insatisfacciones personales previas o generadas en el vínculo, inseguridades y baja autoestima, son algunos de los motivos personales que encienden la lucha. No considero que sea un fenómeno actual, sino que puede tomar nuevos modos de expresión. Antes el hombre ejercía el poder a través de lo económico y la mujer en la casa con los hijos. En la actualidad, la mujer generalmente trabaja a la par del hombre pero éste pocas veces comparte el trabajo del hogar, que en el imaginario masculino, sigue siendo considerado “una tarea femenina”.
- ¿En qué territorios tiene lugar este conflicto? ¿La administración del el dinero, las tareas domésticas, la crianza de los hijos…?
Puede estar consensuado quien detenta el poder o quien es el que tiene “más autoridad” en las decisiones de la economía familiar o el que genera los proyectos, entonces, en este caso no se generaría conflicto. Pero el poder puede estar disputado manifiestamente, silenciosamente, conciente o inconscientemente, boicoteando las decisiones del otro. Cuando hay un vínculo de rivalidad, puede expresarse en cualquier área, pero frecuentemente cada uno se “apodera” de ciertos temas y ejerce su dominio. Hay diferentes grados y puede llegarse a la descalificación y humillación del otro.
- ¿De qué manera afecta esto a los hijos?
Es un tema serio y puede producir confusiones importantes.
Generalmente se cree que el que ejerce “el poder” es el miembro autoritario, pero puede darse una violencia solapada, difícil de registrar para alguien externo. El poder puede llegar a extremos en que pueda ser considerado como “abuso psicológico”, llegando a generar estados de humillación, descalificación y confusión mental. Para los hijos se genera una interdependencia patológica porque se les produce un “conflicto de lealtades”, ya que quieren a ambos padres, pero sufren con la descalificación de uno hacia el otro. Si se identifican con el débil, se sienten también humillados y seguramente busquen una pareja maltratadora. Si no quieren sentirse débiles, puede que comiencen a ser maltratadores con sus propios padres. El adulto que se coloca en el lugar de poder, puede incluso que intente anular al hijo que apoya al “débil”. Así se arman “bandos”, desuniones y descalificaciones que hace que todos salgan perdiendo. También hay consecuencias a largo plazo. Por ejemplo, en una familia en donde el padre es violento con su esposa, la hija mujer está de novia con un muchacho enfermo de celos que la maltrata con su supuesta desconfianza, repite así el modelo de sus padres. El hijo varón tiene problemas para ponerse de novio por su agresividad, para él, ser hombre es sinónimo de ser “agresivo con las mujeres”.
-¿Se puede trabajar para resolver los conflictos relacionados con el poder?
Hay que pensar que nadie gana con estas batallas. Es mejor consultar a tiempo porque con la adolescencia de los hijos se pierde la autoridad, porque con estas peleas, ellos mismos -los padres- les enseñan a desobedecer y descalificar. Cada miembro de la pareja puede ejercer una influencia callada y poderosa sobre el otro, la familia del otro, los hijos y/o la empresa.
En relación a las lealtades familiares están conectadas con las alianzas y las escisiones entre otros mecanismos, lo que lleva muchas veces a formaciones de subgrupos. Las alienaciones así como los diferentes intereses de los miembros de la familia se trasladan a la empresa familiar con una carga afectiva mucho más intensa que en cualquier otro grupo no familiar, pudiéndose repetir las posiciones vinculares que se mantienen intrafamiliarmente. Al igual que en las coaliciones y las alianzas se pueden dar conductas manifiestas muy destructivas que encubran un fin para preservar un lugar de poder trasladado de la pareja directamente a los hijos y/o a la empresa familiar.

Otro punto a tomar en cuenta es el conflicto entre lealtades que tiene que ver con la doble pertenencia a la familia de origen y la que se conforma con la pareja que se casa. Esto último puede representar un peligro a la unidad de la familia de origen y un desequilibrio emocional que queda encubierto por otros temas menores. A veces, el compromiso con la pareja es sentida por la familia como una deslealtad. El miembro que necesita sentirse leal puede alienar sus propios intereses en favor de los del grupo. Al nacer los hijos, una familia así constituida, genera síntomas.

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