domingo, 2 de mayo de 2010

Obesidad infantil: cómo frenar la compulsión de comer de más

Salud mental


Obesidad infantil: cómo frenar la compulsión de comer de más


Los tratamientos no deben apuntar sólo al control de la comida





Por: Eva Rotenberg para diario La Nación (4/9/2004)



La obesidad infantil es un trastorno en la alimentación que involucra tanto lo biológico como lo emocional, y presenta diferencias con la obesidad de los adultos. Aunque tiene su manifestación en lo físico, la ansiedad que lleva a la ingesta compulsiva, igual que el sufrimiento que vive provocado por la discriminación, es de orden emocional. Los padres desean ayudarlo, lo ven sufrir, no pueden sin embargo hacer ellos por su hijo lo que a él le resulta tan difícil, cuidarse con la comida. Entonces, ¿cómo ayudarlo?


Este trastorno no puede pensarse fuera del vínculo y en este sentido involucra a los padres en las causas y el tratamiento. Esto no implica culpables. Cada uno tiene su propia historia y muchas veces pese a que se quiere hacer todo lo mejor, por diversos motivos el hijo puede no recibirlo de esa manera.


La obesidad surge como procedimiento defensivo. Por un lado como autocalmante de la ansiedad y de la sensación de vacío, y por otro como modo de recubrir el aspecto de la personalidad sentido como desvalido. Por debajo de un cuerpo más robusto, un niño obeso esconde mucha fragilidad frente a la cual come compulsivamente tratando de llenarse la panza, de llenar un vacío que no se llena con comida porque es un vacío de otra cosa.


Los padres intentan controlar la ingesta del niño escondiendo la comida o sometiéndolo a dietas que no puede cumplir y que lo hacen sentir diferente del resto; el hijo no responde a su ideal. Creen que lo pueden ayudar ejerciendo un control de la comida, pero se encuentran con la realidad: el cuerpo del niño no les pertenece, no pueden controlarlo, esto provoca impotencia.
La obesidad como defensa no es un pedido de control, sino la expresión sintomática de una necesidad de contención.


Con el control de la comida se coloca al niño en una situación paradójica: si obedece al deseo de los padres de no comer entra en un vínculo de sometimiento en el que pierde el dominio de su cuerpo. Si desobedece y come se encuentra con la mirada rechazante de los padres. En ambos casos, no se comprende el porqué de la compulsión.


Así queda cada vez más fijado en una situación imposible: tiene ciclos en los que complace a sus padres y otros en los que responde a su voluntad, pasando del control al descontrol. Siente que si obedece es bueno; si no, es malo. Como no puede sostener mucho tiempo esta situación, piensa que siempre desilusiona a los padres.


Los tratamientos que tratan individualmente al niño, ya sea apuntando a un régimen de comidas o a lo emocional, frecuentemente fracasan porque sólo tienen en cuenta un eje del problema, pero no incluyen la interdependencia afectiva padres-hijo, cercenando toda posibilidad de comprensión acerca del origen y sostén de la obesidad.


Por eso hay que ayudar a los padres a que interrumpan el círculo vicioso. Sintiéndose contenido, ningún niño precisa comer y comer sin límites que le indiquen la saciedad. Están muy pendientes del deseo del otro y para sentirse satisfecho hay que poder registrar las sensaciones del propio cuerpo. Si desvaloriza lo que siente, deja de escucharse y de escuchar a su cuerpo.


El proceso terapéutico permite a los padres desarticular el círculo vicioso patógeno, para así descubrir un nuevo modo de vincularse con el hijo estimulándolo en el desarrollo de su personalidad, no sólo enfocando el problema de la comida que es consecuencia y no causa.


Por Eva Rotenberg Para LA NACION
La autora es especialista en niños y adolescentes. Directora de la Escuela para Padres ( http://www.escuelaparapadres.net/ ).

¿De dónde vienen los bebés?

“Mami, ¿de dónde vienen los bebés?”


Escuchaste esa pregunta y no supiste qué responder. Te damos algunas pautas para que sepas cómo hablar de sexo con tu hijo.





(Nota publicada en la revista Para Ti Mamá)



Nosotros que te quisimos tanto…



“Cuando el niño pregunta cómo nacen los bebés, en realidad, son dos preguntas las que está haciendo. Aunque los papás no se den cuenta, están preguntando, además de cómo nacieron los niños en general, cómo nacieron ellos, y cómo se creó el mundo”, indica la Lic. Eva Rotenberg, psicóloga, directora de la Escuela para Padres, y aconseja responderles directamente lo que están listos para escuchar: pura y exclusivamente cómo fue su nacimiento. Sostiene que al hacerlo es imprescindible hacer hincapié en lo afectivo: cuánto lo desearon, cómo lo esperaron y lo felices que son por tenerlo.




Bien precisos

Con respecto al vocabulario que se debe utilizar ante este tipo de preguntas, recomienda usar palabras sencillas, de acuerdo a la edad y realidad de cada familia. “Por ejemplo se podría decir: `Cuando una mamá y un papá se quieren mucho, deciden tener un bebé. Se necesita algo del papá y algo que pone la mamá para que nazca el bebé. Pero antes de nacer tiene que permanecer muy cuidadito durante nueve meses, dentro de la panza de la mamá. Es como un nidito interno´”, explica la licenciada. Pero agrega que más adelante pueden seguir preguntando, buscando más detalles: “¿Qué pone el papá?”.


Entonces, la respuesta será, `lo que pone el papá se llama semen (contiene espermatozoides) que se une con algo que tiene la mamá, que se llama óvulo´”, indica la especialista.


¡Que pregunte!



La Lic. Rotenberg pone énfasis al afirmar: “Es normal que los chicos hagan preguntas de sexo. Es más, que no se preocupen por saber debería llamar la atención. Si no lo hacen, es porque tienen alguna inhibición o sienten que es un problema para sus padres. Las preguntas son diversas porque todo el mundo es nuevo para ellos. Que sus hijos se animen a seguir indagando dependerá de la importancia que los padres le den al tema y de cómo respondan”, manifiesta la psicóloga.
“Si un niño nunca pregunta nada, hay que estimularle la curiosidad: `Viste que esa señora está esperando un bebé?´. Mostrándole que no es malo preguntar, y que su mamá y su papá le pueden contestar”, recomienda la especialista, y sostiene que los libros de sexualidad para chicos son buenos, pero siempre que funcionen como guía para los padres; que los ayuden a ver las ilustraciones y procesarlas.


Verdad a medias

La psicóloga cuenta que algunos padres creen que no ser específicos es mentir y que, por ejemplo, no están de acuerdo en decirles que el papá le pone una semillita a su mamá. “Prefieren decirles que el papá les pone el pene a su mamá en un agujerito. No tienen en cuenta que a veces no es fácil escuchar la verdad. Hay maneras acordes a los chicos para explicarles las cosas. Un nene chiquito, al no conocer la vivencia de las relaciones sexuales, la excitación y el deseo, no está preparado para acceder a algunas palabras del vocabulario de los adultos, hasta les pueden dar asco. Puede ser traumático darle más información de la que necesita. Incluso, cuando son muy pequeños, los nenes y las nenas sienten vergüenza al estar juntos y por eso no lo hacen casi nunca. De a poco, con el paso del tiempo y por sí mismos deben descubrir algunas cuestiones vinculadas a la sexualidad. No es que no hay que decirles la verdad, sino que no hay una sola manera de decirla”, indica.


¡Siempre atentos!

Años atrás, cuando el “sexo” era un tema tabú, muchos acudían a la fábula de la cigüeña. La especialista sostiene que lo único que generan es que el niño luego desconfíe de sus padres y les pierda confianza. “Es fundamental que los padres estén preparados para las preguntas que les puedan hacer sus hijos, y que no los sorprendan. Pero si no llegaran a saber cómo responder, pueden decirles que saben la respuesta, pero que van a pensar cómo explicárselo. Eso sí, no deben olvidarse de responderle, ya así sólo se logrará que no vuelva a preguntar, se guarden todas sus dudas y se las respondan solos y tal vez equivocadamente”, concluye la psicóloga.


Un tabú que perdura



Un estudio de la Fundación Integra, de Chile, reveló que para el 40% de los padres lo más difícil de la crianza es explicarles el acto sexual a sus hijos. Aseguran que tienen grandes dudas acerca de cómo hablarles de sexo y que incluso sienten vergüenza de hacerlo. El 35% admite que sus hijos reciben información de sus amigos y el 20% de la televisión. Aunque prácticamente todos consideran que es necesario conversar sobre sexualidad con los niños. Por otra parte, la investigación constata una gran contradicción: desean hablar de sexualidad con sus hijos, pero se sienten muy carentes de información para hacerlo y eso los hace inseguros. El 77% de los encuestados manifestó que nunca habían recibido información sobre sexualidad infantil y una cifra cercana sostuvo que jamás habíanconversado de sexualidad con sus padres. Y de los que sí hablaron con ellos, lo hicieron principalmente con sus madres, confirmando que históricamente estas responsabilidades educativas las ha concentrado la mujer.


Asesoró: Lic. Eva Rotenberg, psicóloga, directora de laEscuela para Padres, M.N. 3.493.